El don de la solidaridad no toca a todos por igual. No cabe duda de que se ha desatado una ola durante estos días. Muestra de ello son las miles de cajas, con todo tipo de materiales, que se están recogiendo estos días en múltiples puntos de las comarcas de nuestro entorno. Pero hay personas a las que no les ha bastado hacer una donación.
Es el caso de los binefarenses Fran Pallarol y David Viudas, que el pasado lunes regresaban de la frontera con Ucrania con 36 mujeres y niños refugiados. Cuando estalló la guerra y comenzó la huida de miles de ellos de su país, Fran pensó que su casa vacía en Albelda podría servir de refugio para siete u ocho personas. Y maquinó cómo hacerlo posible. Lo primero, había que traer a esas personas, para lo que echó voces para organizar un viaje de ida y vuelta con una furgoneta.
Tras unos primeros intentos infructuosos, David Viudas, que da trabajo a un ucraniano, ofreció otros tres vehículos. Ahora sí, su iniciativa tuvo respuesta y la solidaridad de los vecinos de toda la comarca llenó hasta seis furgones de material con destino a Ucrania. “En dos días nos inundaron de material, que dejaron en una farmacia colaboradora”, relata Pallarol.
Finalmente, el pasado viernes partían de Binéfar seis españoles y seis ucranianos, con unos 3.000 kilómetros por delante para alcanzar la frontera entre Polonia y Ucrania. “Primero pensé en ir hacia Hungría”, indica el empresario binefarense, pero los contactos de sus compañeros de viaje ucranianos pudieron ir “a tiro hecho”.
“Una persona ahí organizó el papeleo de la gente que quería venir a España. También dónde descargar el material que llevamos”. De esa manera, el domingo descargaron las furgonetas en un polideportivo y el lunes fueron a recoger a los niños y a sus madres. “Estaban esperándonos”, cuenta Pallarol.
Fue un viaje repleto de emociones. “Mi madre lloraba, pensando que me iba a la guerra, pero no hemos corrido ningún peligro”, explica. Y destaca que ya se fueron emocionados solo por llevar el material. Además, el viaje estuvo jaleado por saludos. Y pitadas en su travesía por Europa, al ver el cartel colgado en las furgonetas de ‘Ayuda humanitaria España-Ucrania’.
“Pero la mayor emoción estaba por llegar, al recoger a los niños y sus madres. Nos esperaban, con los ojos muy abiertos, a ver quién les recoge”, describe. Y resume: “La emoción de estos tres día y medio es impagable”.
Pallarol también deja constar que su esfuerzo no es comparable a la aventura vivida por los ucranianos que han llegado a La Litera. “Hablan solo ucraniano; menos mal que les traducían los chicos”, explica. “Y, al principio, los ves tan desamparados… Van con sus cuatro bolsas y nada más; vestidos y alimentados, porque en Polonia hay mucha solidaridad, pero van a la aventura: Se meten en un coche con unos extraños como nosotros y hacia un país desconocido, que está muy lejos para ellos, aunque algunos tuvieran la referencia de conocidos aquí”, describe.
El convoy llegó a su destino el lunes por la noche, rayando ya el martes. Un destino que, finalmente, fue el albergue del Santuario de San José de Calasanz en Peralta de la Sal. “Este alojamiento ha venido como anillo al dedo”, reconoce Pallarol, que ya está pensando en organizar nuevos viajes de ida y vuelta a Ucrania.
Mientras, en Peralta, una de las familias ya fue recibida por unos familiares y no llegaron ni a parar en La Litera. El resto fue acomodado en 16 habitaciones del albergue. Tras unas horas de descanso, el miércoles pudieron desayunar tranquilamente y, de forma libre, acceder a todo el material donado por los literanos parar ellos.
Sobre las mesas, ropa, material higiénico, juguetes… Niños y madres buscan lo que pueden necesitar, ayudados por vecinos de Peralta que se han presentado voluntarios para ayudarles.
Javier Sánchez, coordinador del Santuario, cuenta que el ofrecimiento del albergue se hizo a propuesta del barbastrense Javier Sazatornil: “Nos llamó y nos propuso que este albergue fuera el lugar de alojamiento, ¡qué mejor lugar en la comarca!”.
Sánchez explica que sus puertas están abiertas para “todo el tiempo que necesiten”. La idea es que puedan estar autónomos, con sus habitaciones, y con la disposición de la cocina y el comedor para prepararse las comidas.
El martes, con ayuda de una traductora llegada desde Lérida, las madres y sus criaturas conocieron estas condiciones. Por la mañana, se acercaron hasta el albergue el médico y la enfermera de Peralta para ofrecerles asistencia sanitaria. Por la tarde, llegaron desde Servicios Sociales los técnicos que les explicaron el papeleo que deben seguir para poder moverse en nuestro país como refugiados de guerra.