La ciudad de Barbastro acogerá este domingo la XXVII Fiesta del Crespillo, declarada Fiesta de Interés Turístico Regional. Esta tradicional cita vuelve a celebrarse en la calle tras dos años de suspensión a causa de la pandemia sanitaria. La Plaza del Mercado volverá a ser, un año más, el epicentro de la tradicional fiesta barbastrense. Organizada por el Ayuntamiento de Barbastro y la Asociación Cultural Tradiciones de Barbastro, la jornada estará amenizada por la Asociación de Gaiters d’o Somontano de Balbastro.
Desde primera hora de la mañana, en un lateral de la plaza se situarán los doce hornillos, dos menos que otros años, en los que un centenar de voluntarios, miembros de las asociaciones de la ciudad y particulares, se afanarán en elaborar el tradicional postre de Barbastro. Hecho a base de las hojas de borraja, una de las verduras más valoradas de la huerta e ingrediente principal.
Huevos, leche, harina, azúcar, anís… y el ‘condimento’ secreto que atesora cada hornillo son otros de los componentes de este postre. Una vez rebozado se fríe en abundante aceite de oliva muy caliente. A partir de las 12 del mediodía, se hará el reparto de los crespillos entre las personas que acudan a la Plaza del Mercado. En esta ocasión, el reparto se hará en dos lugares destacados, con el fin de agilizar la entrega y recogida de este tradicional dulce elaborado en los hornillos, uno de ellos dedicado a hacer crespillos aptos para celíacos.
Crespilleros de honor
Antes de comenzar con el reparto de los crespillos, se hará un homenaje a tres de las personas que estuvieron en los primeros hornillos en los inicios de esta Fiesta del Crespillo. Se nombrarán ‘Crespilleros de honor’ a Jovita Pardinilla y, a título póstumo, a Dorita Mur y a Joaquín Coll.
Los tres homenajeados estuvieron la primera edición de la Fiesta del Crespillo, celebrada en 1994 en el Paseo del Coso. Una celebración que ha perdurado a lo largo del tiempo y que en 2015 fue declarada Fiesta de Interés Turístico Regional.
Según la tradición, el 25 de marzo, fiesta de la Encarnación, se elaboraba este postre en los hogares de Barbastro y del Somontano para propiciar el ‘preñado’ de las oliveras y augurar una buena cosecha. Con esta costumbre, los agricultores agradecían los frutos recogidos de la tierra.