Un año y medio después del inicio de la pandemia, y al ritmo que mejoran los datos sanitarios, evolucionan también de forma positiva los indicadores económicos. Lo hace el paro, que devuelve a Huesca a sus números habituales y la sitúan como la provincia con la tasa de paro más baja de toda España, por debajo del 7 por ciento.
Sin embargo, el porcentaje no revela una de las realidades más tozudas a las que se enfrenta el mercado laboral español: muchas ofertas de trabajo no llegan a cubrirse bien sea por falta de cualificación profesional de los demandantes de empleo o directamente porque algunos perfiles son casi imposibles de encontrar.
De forma reiterada, se da un desajuste entre la oferta y la demanda, y no solo en materia tecnológica, digital, de ciberseguridad o inteligencia artificial. Es que tampoco es fácil dar con soldadores, carpinteros o mozos de almacén. Ya no digamos con un zapatero o un pastor.
Ni el problema es nuevo ni las causas sencillas de abordar, pero se trata de uno de los principales desafíos a los que se enfrentan las elevadas cifras del paro juvenil. Por un lado, aparecen las exigencias que conllevan nuevos modelos de producción y negocio, demandantes de perfiles que hace cinco minutos no existían, hoy resultan imprescindibles y mañana antiguos, obligando a un reciclaje profesional constante.
Frente a eso, sigue reclamándose una formación que realmente prepare para el mercado laboral, que se relacione con él de forma directa, retroalimentándose entre una y otro para favorecer un crecimiento conjunto; una formación flexible, dinámica y adaptable.
En 2019, la demanda de profesionales provenientes de Formación Profesional superó la de universitarios, tendencia confirmada en 2020 y que marca una de las líneas de trabajo en la materia, tanto por la diversificación y especialización de las ramas, como por la integración de las prácticas en empresas.
Pero, además, vivimos una constante pérdida de oficios, de todo aquello que se relacione con un trabajo manual, arrasado por muchos años de mecanización y de sobrevaloración del trabajo intelectual frente a una desprestigiada labor manual. Lo que antes eran labores heredadas, hoy hay que ir a aprenderlo a un aula e iniciativas elogiables, como la Escuela de Pastores de San Juan de Plan, evidencian esa nueva realidad.
Ocurre, sin ir más lejos, con todo lo ligado a las tareas agrarias y ganaderas, luchando por encontrar un relevo generacional al tiempo que muestran una creciente cualificación de los trabajadores en un sector en el que la tecnología más puntera se ha convertido en herramienta de su día a día.
En un entorno como el nuestro, ávido de retener y atraer población, la armonización entre oferta y demanda laboral requiere un compromiso general si queremos garantizar ese círculo en el que el crecimiento de un tejido empresarial pujante y en desarrollo, cree riqueza y empleo, y ese empleo revierta para aumentar el valor del conjunto.