Vaya por delante el respeto absoluto al esfuerzo de las administraciones, cada una en su ámbito, para hacer frente a la retahíla de situaciones inéditas que la pandemia nos va planteando.
Arbitrar distancias, comensales alrededor de una mesa y aforos para comercios, museos o playas no parece tarea sencilla y más cuando al debate de si metro y medio o metro veinte se le unen condicionantes y razones no siempre científicas.
Baste comprobar la desigualdad normativa entre unas y otras comunidades autónomas, como si el virus no se comportara igual en Galicia que en Andalucía.
Algo de eso puede constatarse también en la regulación de los horarios establecidos para la hostelería y el denominado ocio nocturno, cuyos establecimientos deben cerrar en Aragón treinta minutos después de la medianoche.
Dejando aparte el chiste de si el virus contagia más a las 2 de la madrugada que a las 12 del mediodía, discotecas, salas de baile y bares de copas esperan la flexibilización de las medidas actuales, con la mirada puesta en comunidades mucho menos restrictivas.
Y la esperan, entre resignados y enfadados, advirtiendo cómo los clientes abandonan sus locales y permanecen en la calle, en grupos numerosos, charlando, fumando o bebiendo, y generando en muchas ocasiones un nuevo problema: el de los botellones.
Sus efectos se han sentido a lo largo del verano y las imágenes callejeras, por ejemplo, de los días de san Lorenzo en Huesca, subrayan que el difícil equilibrio entre seguridad y libertad se sortea sin demasiados obstáculos pero con enorme desigualdad en las consecuencias.
Un bar de copas que esté abierto a la una de la madrugada, ¿a qué sanción se expone? Un grupo numeroso de personas, a veces menores, que consumen alcohol en la calle, ¿a qué se enfrentan?
Pues con esto lidian los Ayuntamientos, quejosos de tener que afrontar una situación sobrevenida, que se une a las fiestas –en algunos casos multitudinarias– en fincas de los alrededores de la ciudad.
A unos y otras han de acudir, con los efectivos de Policía Local y Guardia Civil disponibles, las limitaciones legales que impiden entrar a una propiedad particular y el descontento de los afectados, que exigen contundencia ante estos comportamientos. No es para menos: la Federación Nacional de Empresarios de Ocio y Espectáculos calcula que la crisis pandémica ha destruido 90.000 empleos.
Mañana, 4 de septiembre, Barbastro hubiera comenzado sus fiestas mayores y esta noche con su madrugada hubiera sido una de las de mayor actividad nocturna. Por eso, el Ayuntamiento ha anunciado un refuerzo de la vigilancia, especialmente este fin de semana y la víspera del día 8, haciendo de forma paralela un llamamiento a la responsabilidad personal porque parece que, al final, es lo que nos queda.