La Feria, como la llaman sus viejos conocidos, está de aniversario. Pasado y celebrado el medio siglo, las sesenta ediciones de FERMA invitan a hacer balance sobre el devenir compartido, ciudad y certamen, desde aquella I Feria Exposición de Maquinaria Agrícola y del Automóvil de Barbastro, organizada por comerciantes e industriales locales, apoyados por el alcalde, Rafael Fernández de Vega y Frago.
Daban así respuesta al reto que los cambios sociales y económicos de la segunda mitad del siglo XX planteaban a la sociedad barbastrense y que, entre otras cosas, abocaban a la desaparición a su feria de caballos de agosto. Más adelante volvió la ganadería, triunfaron los coches y la FEMAARC se convirtió en visita prefestiva obligada.
Pero Barbastro no es hoy el de 1962, ni lo es la FERMA, aunque ambas hayan tenido una vida en común que ha consolidado una realidad: esta es la Feria de Barbastro, la que, junto con la Candelera, refleja una identidad, una tradición y su historia.
La trayectoria de la segunda feria de Aragón, como si la de cada uno de nosotros fuera, está jalonada por hasta cuatro mudanzas, por la transformación de agentes y modelo de gestión hasta llegar a constituir una Institución Ferial ya desaparecida, por los cada vez más rápidos cambios socio económicos y por la respuesta a nuevos fines, expositores e incluso visitantes.
En su haber anota, entre otros éxitos, su capacidad de adaptación, el bien ganado apelativo regional, convertirse en punto de encuentro para un público fiel o el alumbramiento exitoso de certámenes feriales pioneros, lamentablemente extintos.
En su debe, una crisis de identidad –la de la mediana edad, quizá–, agravada por esa institucionalización de las ferias que no acaba de sacudirse y cuyo peso aún se nota en la búsqueda del camino que habrá de conducirla al centenario.
En el caso de la feria que mañana se inaugura, la voluntad de evolución anunciada en 2019 se ha visto forzada por una pandemia que añadió obligación y urgencia a los cambios, guante recogido con agilidad por el Ayuntamiento de Barbastro a través de su área de Desarrollo.
Pero ahora queda por saber cómo se materializarán esas transformaciones forzosas en un nuevo y necesario modelo ferial global para la ciudad, que exige consensos y audacia. No es empresa fácil en una sociedad a la que los escaparates y las ferias caben en el móvil, pero es un desafío al que esta ciudad tiene pendiente dar respuesta. Por historia, por tradición e identidad, pero sobre todo por alumbrar el futuro.