Hace meses el líder de una formación política española se refirió al papa Francisco como «Ciudadano Bergoglio» para manifestar que no estaba de acuerdo con una propuesta salarial mínima para todo el mundo que el papa proponía.
Sorprendió este tratamiento al papa en labios del líder de una formación que con frecuencia habla de sus valores cristianos.
Ahora la presidenta de la comunidad de Madrid, acompañada de otros líderes políticos, ha vuelto a cargar contra Francisco porque el Papa ha pedido perdón por los desmanes que la Iglesia pudo hacer en el tiempo de la conquista de América.
No sé qué quieren que les diga; el apelativo «Ciudadano Bergoglio» me pareció un tratamiento irrespetuoso para hablar del que probablemente sea el líder mejor valorado del mundo.
El acusar ahora de antiespañol al Papa me parece irresponsable y sospechoso. No sé si estos políticos habrán leído la supuestamente carta escandalosa del Papa a la Iglesia mejicana.
En ella dice: «En diversas ocasiones, tanto mis antecesores como yo mismo, hemos pedido perdón por los pecados personales y sociales, por todas las acciones u omisiones que no contribuyeron a la evangelización» refiriéndose a la conquista.
Y aquí viene mi sospecha, esa petición de perdón la hicieron los anteriores papas y no suscitaron ninguna crítica por parte de políticos conservadores que ahora se rasgan las vestiduras.
Juan Pablo II, en República Dominicana, dijo en 1992: «¿Cómo podría olvidar en este V Centenario los enormes sufrimientos infligidos a los pobladores de este Continente durante la época de la conquista y la colonización?».
Y Benedicto XVI también apuntó que «ciertamente el recuerdo de un pasado glorioso no puede ignorar las sombras que acompañaron la obra de evangelización del Continente latinoamericano: no es posible olvidar los sufrimientos y las injusticias que infligieron los colonizadores a las poblaciones indígenas, a menudo pisoteadas en sus derechos humanos fundamentales».
La sencilla carta de Francisco a la Iglesia mexicana termina haciendo una llamada a la tolerancia y el mestizaje invocando a la Virgen de Guadalupe.
Algo me hace intuir que algunos políticos tienen a Francisco en el punto de mira porque les resulta un papa incómodo; tal vez preferirían una Iglesia menos implicada con el mundo y más preocupada por problemas de sacristía. Por eso es una bendición que representantes de la clase política se sientan molestos ante palabras del Papa. Es una buena señal, muy buena.