Le conocí en una especie de casting que tuvimos que hacer con una cantidad importante de jugadores de la zona para confeccionar una plantilla que nos permitiera salvar con la mayor dignidad posible aquella durísima temporada 2015/16.
Su gran trabajo y sus condiciones le llevaron al Real Zaragoza, al final de su categoría juvenil, en una época de grandes guardametas de nuestra localidad como Héctor Callizo, Pablo Sanz, David Salas, Guillermo Solano y otros porteros que propiciaron tener las porterías locales muy bien cubiertas.
Decía que le conocí aquella temporada en la cual junto a chavales de la ciudad como los Dani, Joel, Rober, Raúl, Alberto, Manu y otros de la zona, formaron un proyecto deportivo de mucha dignidad para las circunstancias económicas y administrativas de nuestro club, que permitieron mantener una categoría y estabilizar de alguna manera a la entidad.
Hugo, con la ayuda de Tomás Sáez y el resto de sus compañeros, tuvo un papel importantísimo que le sirvió para consolidarse definitivamente en una portería de la que ha sido prácticamente dueño las últimas siete temporadas.
Recuerdo partidos increíbles como en Mequinenza y Alcañiz, donde tanto nos jugábamos. Pero me viene a la memoria hoy 22 de mayo (día que escribo esta columna), día de Santa Quiteria, fiesta mayor en Tardienta. Hace justo seis años cuando se alineó Santa Quiteria con San Ramón para elevar a Hugo hasta el último milímetro de la escuadra para sacar un balón que de haber entrado hubiera supuesto un descenso de consecuencias muy negativas para la viabilidad del club rojiblanco.
Hugo se retira. Atrás quedan presión, pasión y mucha dedicación. Se lleva el respeto y el cariño de compañeros y rivales, así como de una afición que casi le ha visto crecer futbolísticamente desde niño.
Ahora toca focalizar toda esa energía vital en dos de los partidos más importantes que le quedan por disputar: su trabajo y, sobre todo, su familia, a la espera de su bien más preciado. Gracias por todo, Hugo. Toda la suerte en vuestro futuro.