En diciembre, tendrá lugar la «visita ad limina apostolorum», en la que los obispos españoles presentaremos al papa Francisco un informe sobre el estado de nuestras diócesis.
Es mi primera visita «ad limina» y me gustaría mostrar al Santo Padre la vida y el alma de nuestra Diócesis. Por un lado, quiero ofrecerle las coordenadas visibles, es decir, los datos crudos de nuestra realidad.
Por otro, las coordenadas invisibles, es decir, cómo presentimos que se va abriendo camino el Plan de Dios entre nosotros.
Los números nos dicen que, a 31 de diciembre de 2020, nuestra diócesis tiene una población de 102.864 personas, de las cuales 92.690 son católicas.
Contamos con 32 sacerdotes en activo, 8 jubilados y 4 fuera de la diócesis, además de 18 venidos de fuera y 8 sacerdotes religiosos. Tenemos también dos religiosos no sacerdotes, 79 religiosas y ningún seminarista.
Si seguimos con números, podemos fijarnos en las 247 parroquias de la diócesis, 216 de ellas en localidades de menos de 500 habitantes, pero que suman más del 87 por ciento de la población.
Aparentemente, pudiera parecer que nuestra Diócesis está en «¡quiebra total!», como reflejan las pobres cifras citadas. Sin embargo, los hijos del Alto Aragón tienen probada experiencia de que sólo desde la fidelidad a Dios podrán sobrevivir también en estas circunstancias tan críticas.
Su mejor y mayor activo siguen siendo las personas que la integran. Su secreto, ser fieles a su propia identidad personal y a la honda tradición cristiana de sus pueblos.
La clave es poner al común las mejores potencialidades con que Dios ha adornado su vida. El desafío es optimizar los recursos y vertebrarnos como una única y gran familia, que cuenta con un proyecto pastoral que es ofrecer a todos la ternura de Dios.
Y tenemos datos alentadores: desde los 64 animadores de la comunidad al numeroso movimiento cofrade o la vigencia y labor de las asociaciones de laicos.
Dicen que los sueños son el «preludio» de la realidad. Por mi parte, como obispo, a los dieciséis meses de mi ordenación episcopal y toma de posesión de la Diócesis, el 21 de junio de 2016, fiesta del obispo San Ramón, en el año en que se conmemoraba el 900 aniversario de su destierro a Roda de Isábena, escribí mi «sueño diocesano» que está siendo preludio de lo que estamos viviendo y está sirviendo como hoja de ruta de nuestra renovación organizativa y pastoral.