Alto Aragón

Laura Villadiego: “La industria de la moda no está interesada en ser sostenible”

La periodista impartió este viernes una charla sobre su proyecto ‘Moda basura’, en la plaza San Antonio

Laura Villadiego
Laura Villadiego. Foto: Servicio Especial
Pablo Alvira Fuertes Alvira Fuertes
02 junio 2022

La periodista de Carro de Combate investiga sobre los impactos medioambientales de las grandes cadenas de ropa y tiene claro que las campañas con productos reciclados “son parches”. El pasado viernes, con su charla sobre ‘Moda basura’, participó en la última actividad programada por el Ciclo Terapia Colectiva, organizada por el Centro de Estudios del Somontano.

¿Cómo va a enfocar la charla sobre la moda y el consumo sostenible?

La charla está insertada dentro del proyecto que tenemos en el colectivo al que pertenezco, Carro de Combate. Somos periodistas que investigamos de dónde procede lo que consumismos cada día y su impacto social y medioambiental. Hace un tiempo lanzamos ‘Moda basura’, un proyecto en el que ponemos la lupa sobre los impactos medioambientales de la industria de la moda. En el momento que empezamos a diseñarlo nos pareció que hay mucho debate abierto sobre cuáles son las condiciones laborales en esta industria.

Sin embargo, apenas se está hablando de los impactos medioambientales de la industria de la moda, siendo una de las más contaminantes. Tiene una gran huella de efectos invernaderos, una gran huella hídrica y, sobre todo, estas fábricas que están a menudo en países del sur global, no solo tiene un impacto negativo social por los bajos salarios, sino también por su contaminación. Estos residuos son difíciles de gestionar. Durante el año y medio que llevamos se ha empezado a hablar más por legislaciones a nivel europeo. Queríamos que se empezara a hablar porque es un problema muy grande y lo hemos dejado de lado.

Como periodista, ¿cuándo empezó a investigar sobre este tema y por qué?

En 2009 me mudé a Camboya y como periodista siempre había sentido ese interés por hacer periodismo internacional. Cuando llegué me di cuenta de que una de las principales problemáticas estaba implicada con nuestro consumo. Tenía que ver con esa deslocalización de la producción que se había dado hace dos décadas. Pasé de querer hablar sobre política internacional o conflictos a interesarme por cómo se hacen las cosas que consumimos cada día. Fue fundamentalmente porque la situación que yo me encuentro ahí es dantesca.

El salario mínimo era de unos 60 euros al mes y para que fuese digno se calculaba que tenían que ser de unos 100 euros al mes. No dejan de ser cuarenta euros. Puede suponer un gran gasto para las grandes empresas sumando los millares de personas que tienen, pero comparándolo con los ingresos exorbitados pueden permitirse pagar un salario digno y seguirían teniendo beneficios.  Empecé con esa parte más social pero me di cuenta que había una parte medioambiental muy importante.

Laura Villadiego
Laura y sus compañeras de investigación. Foto: S.E.

Desde que empezó a investigar todo lo relacionado con el medio ambiente y el consumismo, ¿ha notado un aumento de la concienciación?

Parte de la sociedad sí, pero mi percepción general es que vamos a peor. Buena parte de esta concienciación es utilizada por las grandes marcas para proponer soluciones que no hacen nada. Es posible que haya gente muy concienciada e intentando que su consumo no tenga un impacto negativo. Pero las soluciones que se ofrecen de las marcas y de la industria dejan mucho que desear. Tener una cadena de producción en la que los impactos sean mínimos es caro y difícil de gestionar. La industria mayoritaria no está interesada en ser sostenible. Está interesada en poner parches y hacer ver que son sostenibles.

Cuando rascas detrás de esa careta no hay nada consistente ni tampoco hay cambios en la forma de producir. Es algo que se ve mucho en las marcas de moda. En los últimos años han detectado esa mayor concienciación y sacan colecciones de prendas fabricadas con algodón orgánico o con materia reciclada. Lo que esto supone en el total de su producción es una cosa ridícula, un 2 o 3%. Pero ves la publicidad que hacen de esto y parece que todo es así. En realidad no lo es, es un lavado de cara.

¿Cree que puede ser poco probable cambiar la actitud de una sociedad capitalista?

Es difícil porque a la gente le han enseñado que el capitalismo es el único modelo posible. Todo lo demás supone la catástrofe, morirse de hambre o no poder tener una vida digna. Se han aplicado modelos que no son capitales, son de democracia social como en el norte de Europa y ha funcionado. Pero estos modelos se basan en una externalización de los impactos. Por ejemplo, Suecia tiene un modelo estupendo social, pero Ikea sigue produciendo lo que produce con ciertas condiciones cuestionables. Por no decir que Ikea sí que es el rey de la generación del residuo.

Estamos negando que el sistema que hemos adoptado mayoritariamente es insostenible. Vamos a tener que adaptarnos a la cruda realidad de forma no planificada. Va a ser muy traumático y es un problema. La gente debería empezar a ser consciente de que el modelo ha muerto. Estuvo bien y tuvo impactos positivos, pero es que los negativos los estamos pagando ahora. Todo lo que está ocurriendo en los últimos años es una prueba de ello: la pandemia, la guerra en Ucrania, todas las extensiones de la cadena de suministro. No son pequeños desajustes, está todo relacionado. Es el modelo que se está acabando.

Dice que el modelo se está muriendo, ¿hacia donde caminamos?

Yo soy pesimista. Caminamos hacia un precipicio por el que nos vamos a caer por no actuar a tiempo. Espero, y por eso hago estos proyectos, que la gente intente concienciarse de que el futuro que nos espera si no hacemos algo urgentemente va a ser poco halagüeño. Es cierto que está habiendo más y se están dando pasos a nivel legislativo. Hay medidas sobre mínimos estándares para producir e importar algo que ha sido producido por la UE. Todas estas leyes no son perfectas pero son pasos importantes. No sabes si será suficiente, lo veremos en un futuro.

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