Normalmente los periodistas se quejan de que en verano hay muy pocas noticias interesantes y tienen que rebuscar para llenar los espacios que tienen asignados en sus respectivos programas. Últimamente no es así, al menos en este año.
La política está revolucionada; Haití volvió a temblar con lo que eso supone para este país empobrecido; y lo de Afganistán ya saben cuanto está dando de sí.
No me gusta escribir de lo que todos hablan y escriben. Prefiero comentar noticias que suelen tener poco espacio. Esta vez no son noticias, sino algo que vi el otro día cuando fui a comprar a una de las grandes superficies que tenemos en Huesca.
Había allí un matrimonio (supongo), ella con burka; apenas se le veían los ojos por la pequeña abertura de su velo. Era el marido (supongo que lo era), el que hacía la compra; ella solo miraba. Reconozco que me impresionó; una cosa es verlo en televisión y otra muy distinta es verlo al natural. No tenía ni un centímetro de su cuerpo al descubierto.
Desde hace unos días y por la tragedia que está viviendo Afganistán, se ha hecho «viral» el video de una artista afgana en que se queja de los recortes a las libertades que ya están sufriendo las mujeres tras la conquista del poder por parte de los talibanes.
En una ocasión leí un libro de una española que se casó y, por amor, aceptaba llevar esas ropas y que, incluso, se lo tomaba a risa. Los ojos que vi bajo el burka para nada me parecieron risueños.
Y pienso en cuánto tenemos en Occidente, pero también cuánto nos falta y se me encoge el corazón pensando en tantas mujeres que tienen sus derechos vulnerados. Y que no parece que la situación vaya a cambiar demasiado. Por desgracia.