Fidel acaba de sentarse junto a su jefe, el Rey (emérito). Le ha indicado que le acompañe quiere brindar por el Jubileo de su prima Isabel. Mira el reportaje en el televisor con una mezcla de alegría, melancolía y rabia, todo mezclado. Su prima, asomada al balcón de su palacio, con un traje verde esperanza en el acto final de su jubileo, rodeada del calor de su familia. Su vieja prima lleva setenta años reinando y el pueblo se ha echado a la calle, está claro que la quieren, la vitorean, aplauden y todos, hasta los que declaran no ser monárquicos, están exultantes de gozo por la celebración.
Fidel mira de reojo al Rey mientras chocan sus copas y, cuando S.M. brinda por la Reina, él, Fidel, añade: “y por Su Majestad D. Juan Carlos I”. Al Rey se le humedecen los ojos, es algo que le pasa mucho últimamente, cosas de la edad, que no perdona, se sea rey o no. Y de la soledad y del destierro, que no puede asimilar.
Resulta duro ver todo este montaje de loa a su prima, mientras se pasa en su patria por televisión un documental sobre los borbones, que es una radiografía de su vida y milagros en la que se desnudan todas sus vergüenzas. No sale bien parado. Que trajo la Monarquía de nuevo y ha estado a punto de cargársela, se dice. Y le duele. Se acaba de empeñar ahora que quiere ver el segundo capítulo. Ya son ganas, piensa Fidel. Sabe que se pondrá triste y quiere disuadirlo. Sutilmente, le indica que es algo tarde, mejor mañana. Pero no, quien manda, manda. “Que lo pongas coño”, ordena el Rey. Y Fidel obedece y se retira al final de la sala, discretamente. Oye sus comentarios. Repite mucho la palabra ingratos. Los españoles son unos ingratos.
Siente Fidel que el rey ya nunca más recibirá los aplausos que ve ahora en la televisión. Joven, guapo, acompañado de Sofía recorriendo España. Todos apretujados gritando “Viva el Rey” y él sonriendo y acercándose a la plebe, estrechando manos o soltando alguna gracia, alguna ocurrencia, que para eso es campechano, que no es lo mismo que tener “charme”, pero esto es España.
Fidel sabe que está pasando un mal rato, se acerca, sigiloso, para llenarle la copa y el rey se lleva la mano rápida a los ojos, anegados en lágrimas. Fidel da un paso atrás, pero el Rey hace ademán de que se siente a su lado de nuevo. Ven juntos el resto. Fidel mira de reojo al rey cada vez que citan algún “regalo” por su misión de conseguidor. El rey ha vuelto a su ser y no dice esta boca es mía. En el reportaje hay un momento en que, en cierto modo, se hace cómplice a la prensa y a la clase política de sus actos. Dejaron hacer. Y se busca una justificación en la maldición de los borbones, que los ha llevado a todos al exilio: el rey no quería verse sin blanca lejos de su patria. Fidel no se atreve a preguntar, le gustaría hacerlo, conocer algo más, sus razones, sus miedos, pero sabe cuál es su lugar, así que se limita a asentir cuando vuelve a repetir que el pueblo español es ingrato y la clase política hipócrita y mediocre.Sabe Fidel que el rey quiere volver a España a vivir tranquilo su ancianidad, pero no está claro que pueda. Sólo faltaba este reportaje. Su hijo debió de leerle la cartilla en este viaje relámpago en que no pudo alojarse en su casa y el emérito es orgulloso. No hubiera debido abdicar, eso cree Fidel que piensa el rey, más cuando ve a su prima, mucho más vieja, al pie del cañón. Pero no lo dice.
Fidel va cambiando de canal, según le indica su jefe, no tiene sueño. En el internacional justo sacan a la vicepresidenta Díaz, que mira a cámara con mucha intensidad, y exige al rey (emérito) explicaciones, con muchas ínfulas y el rey ( emérito) vuelve por sus fueros “¿Por qué no te callas?” le suelta desde su sillón con voz potente y luego se gira hacia Fidel: “Mira que si, por mi mala cabeza, me cargo la Monarquía y acaba esta de Presidenta de la república”. Y se levanta rápido, se cuadra ante el retrato de su hijo, que preside la sala, y, en posición de firmes, proclama con voz potente: “Viva el Rey”, hace otro gesto a Fidel y ambos brindan por la salud del Rey Felipe.
Y Fidel apaga ya el televisor y sabe que no volverán a España para siempre, al menos de momento.