La segunda característica distintiva de nuestra diócesis es su carácter martirial con su obispo, Florentino Asensio a la cabeza.
Con él, 51 claretianos, 18 benedictinos, 5 escolapios, los curetas de Monzón, y el laico Ceferino Giménez Malla «el Pelé», además de las tres clarisas ya en proceso de beatificación, dieron testimonio de fe en una diócesis donde 9 de cada 10 sacerdotes fueron asesinados entre 1936 y 1939.
Hemos incoado el proceso de beatificación de los 250 mártires que quedaban: 211 sacerdotes diocesanos, 5 seminaristas y 34 laicos. Estamos convencidos de que su sangre fecundará nuestra tierra con las vocaciones necesarias. En total 331 mártires, de los cuales 81 ya beatificados. Son nuestros testigos del siglo XX, la «joya de la corona».
«¿Por qué matarían a tantos?», se preguntaba el Papa Francisco al ver el mapa con los lugares de martirio, cruces que jalonan la geografía diocesana. Abierta queda la respuesta.
Lo que sí es cierto es que Barbastro-Monzón se ha hecho acreedora de un rasgo único, su espíritu de reconciliación y perdón. El testimonio de nuestros mártires se deja sentir en los principales monumentos y en cada rincón de una tierra regada con su sangre.
Allí donde los mártires vivieron encontramos un punto de conexión con la historia y la fe.
Y el tomillo se ha convertido en símbolo de nuestra identidad martirial. Perfuma las manos de quien le corta la vida arrancándolo de la tierra, como nuestros mártires bendijeron y perdonaron a quienes cruelmente les arrebataron sus vidas.
El martirio, dijo Benedicto XVI, es un don de Dios que cautiva con la belleza de su amor, y suscita consiguientemente una entrega total y definitiva a ese amor divino.
Esta diócesis, en palabras proféticas del cardenal Aquilino Bocos, pasará a la historia como lugar donde se escribió una de las actas más bellas del martirologio de la Iglesia.
Barbastro-Monzón, tierra de santos. Tanto los que nacieron aquí, san Victorián y santa Maura, san Belastuto, san Poncio y san Ramón, san Visorio, san Balandrán, san José de Calasanz, san Josemaría Escrivá de Balaguer, los beatos mártires de la Guerra Civil, como los que estuvieron en ella; san Valero, san Gaudioso, san Úrbez, san Francisco de Asís, san Vicente Ferrer… vuelven a mostrar el verdadero valor de nuestra gente.