Por impulso ciudadano, hace más de diez años, surgieron en nuestra ciudad los festivales PolifoniK Sound y BFoto, asentados por méritos propios en el calendario cultural, queridos por el público de casa y foráneo, y apoyados por las instituciones. De una de ellas, el Ayuntamiento de Barbastro, ha nacido este 2022 Barbitania, con las letras de estandarte y el bagaje del Certamen Literario como poderoso cimiento.

Seduce imaginar el beneficio aún en potencia de estas citas, como la valiosa terna que conforman música, fotografía y literatura; siendo, por supuesto, la cultura mucho más, pero siendo también esto y de esta forma. Lo decimos pensando en los tozudos escépticos de su rédito económico, admitiendo que a veces los festivales favorecen a unos pocos, que las cifras se inflan y no siempre compensa la inversión aparejada en limpieza y seguridad.

Pero no es éste el caso nuestro. Con el último PolifoniK Sound se han llenado las plazas hoteleras del Somontano y parte de comarcas próximas, alguna casa particular incluso. Sus 6.000 visitas procedían de 110 localidades. Es más, la celebración de algo que nació de un grupo de amigos peñistas determina para muchos la elección de Barbastro como destino turístico; hasta el punto de venderse sus entradas antes de anunciar su cartel.

Cientos, miles de visitantes acuden a un lugar y ayudan a difundir su nombre llamados por un festival; no sólo aquí: su crecimiento ha sido exponencial en las tres últimas décadas. El reto está en lograr que las rentas superen el corto plazo. Bien gestionado institucionalmente, el tirón de nuestros festivales debería contribuir a la regeneración de Barbastro; no enfrentarse a la ciudad sino sumarse a ella; tener su reflejo en el urbanismo, en la limpieza, servir para nuevas actividades… que haya continuidad y colaboración entre uno y otro programa. Que el Barbastro que han conseguido vender unos cuantos esforzados emprendedores sea el que esperan encontrar otros muchos.