Unos 8.000 kilómetros separan a las mujeres rurales del Altoaragón con las mujeres rurales de 25 comunidades indígenas de Bastar (India). Manos Unidas de Barbastro-Monzón, coordinada por Genoveva Buatas, ha convertido esa distancia en puente de unión para que el voluntariado y compromiso de las primeras -pero no solo de ellas– ayude al empoderamiento de las segundas.
¿Cómo? Apoyando la cobertura de necesidades básicas de alimentación o salud pero también de formación, empleo y representatividad social, en una apuesta por la dignidad personal, la justicia social y el desarrollo.
¿Tienen algo en común las mujeres rurales del Altoaragón y las de las comunidades de Bastar, en India, en las que se ha centrado el proyecto de Manos Unidas diocesana de este año?
Todos los seres humanos, por condición, somos iguales. Creo que a grandes rasgos las mujeres de todo el mundo tenemos muchas cosas en común: emociones, inquietudes, roles… sin embargo, el condicionante del lugar de nacimiento nos hace afrontar retos y necesidades diferentes con instrumentos muy distintos. A esto se le llama desigualdad.
Las mujeres rurales tenemos en común nuestro desarrollo social en comunidades más pequeñas y cercanas al medio natural, lo que conlleva poder vivir de él a la vez que la responsabilidad de preservarlo. Creo que las mujeres podemos aportar una especial sensibilidad en este aspecto y en la transmisión de todo ello a niños y jóvenes.
La organización de actividades y colectas en Barbastro-Monzón se materializa en acciones muy concretas a miles de kilómetros de aquí. ¿Cuáles son los objetivos que han logrado este año?
Manos Unidas prioriza la sensibilización a la colecta porque de la una deriva la otra. Reconocer una situación de necesidad y de desigualdad, desde el prisma humano y cristiano, nos mueve a la fraternidad y a la generosidad. Nuestras actividades vienen precedidas de la constatación y exposición de realidades injustas en zonas lejanas que requieren de nuestra ayuda para su desarrollo.
En esta Campaña 63 de 2022, 845 familias de la comunidad indígena Gond en Bastar, al este de India, están desarrollando un proyecto de empoderamiento de mujeres, niños y
adolescentes mediante formación y financiación de pequeños negocios con los que obtienen ingresos a través de su propia producción de chanclas, textiles, cultivo de champiñones y cría de cabras y cerdos.
Están mejorando su alimentación, por lo tanto, su salud; su economía y su formación personal y su progreso social. En definitiva, están viviendo más dignamente.
Manos Unidas es una organización que, en cierto modo, se ha especializado en mujeres rurales. ¿Son la llave para cambiar el mundo?
MU es una organización creada por mujeres. Por desgracia la desigualdad afecta a seres
humanos sin distinción; pero… las mujeres y sus hijos, casi siempre, se llevan la peor parte. Creo que nos sale el sesgo empático y la sororidad a la hora de reconocernos en la necesidad. Sin querer caer en feminismos innecesarios, sí creo y quiero creer que son clave en el cambio.
También en la delegación y en su voluntariado hay gran mayoría de mujeres trabajando para financiar esos proyectos. ¿Se da una especie de conexión de mujeres que ayudan a otras mujeres?
Sí hay mayoría de mujeres, sí creo que hay conexión especial como he dicho antes; aunque los hombres deben ser y son nuestros mejores aliados para que nuestro campo de visión no deje a nadie fuera de perspectiva.