El espectáculo ofrecido por las residentadas de dos colegios mayores madrileños supuso estos días pasados una actualización de cómo está el patio en la convivencia estudiantil de un multitudinario campus como el de la Complutense.
Creo que lo que vimos es grave y merece repulsa y medidas. Pero peor me parece convivir con ese clima tolerado de insulto, broma y novatada año tras año, sin mover un dedo.
El lector está ya al tanto de lo sucedido, resumido en los gritos, amenazas e insultos lanzados y celebrados por amplios grupos de estudiantes, tanto hombres como mujeres. La celebración fue mutua, y esto es un dato importante, porque desinfla las opciones de caer en comportamientos ilegales.
La excelencia universitaria, la categoría humana, la buena educación, los valores, todo queda tocado y afectado. Se notan el miedo y el temor a no seguir la corriente, la imposibilidad de enfrentarse a los estudiantes veteranos y al siempre se ha hecho así, las cesiones de responsables de las residencias con viejos residentes, etc.
Es el mundo universitario de las novatadas, perseguidas pero presentes y difíciles de desarraigar. Recuerdo bien el pánico entre los residentes nuevos, resignados a pagar un humillante peaje que les daba paso a ser uno más y a codearse con los viejos, libres ya de humillaciones y con la posibilidad de estudiar con sosiego y sin amenazas.
Junto al tono duro y soez de los gritos, lo que más me llamó la atención fueron los comentarios de algunas estudiantes insultadas, que vinieron a quitar importancia, justificar y contextualizar el episodio, quitando hierro a lo que viven como una tradición. Es como dar por sentado que no pasa nada, que es lo que hay, y que las cosas son así. Era una forma de denunciar el revuelo organizado y la hipocresía de los que se lamentan y a la vez contribuyen con su pasividad a un clima que después tiene esas manifestaciones.
Pero eché en falta dignidad personal, algo que no se negocia y que afirma algo así como “por aquí no paso, no lo tolero, conmigo no contéis”. Reivindico una convivencia saludable, cercana, con elegancia y respeto. Aunque el clima en el que se mueven estos estudiantes en música, fiestas, en la calle sea más o menos lo que berreaban los estudiantes.
Es evidente que el caso ha sido hinchado, que hay políticos raudos a condenar en las redes, mirándose de reojo para no ser el último. Para eso están muchos jefes de comunicación que te ponen un tuit y así puedes ser de los primeros en condenar. Entre unos y otros se recrea, se cocina y elabora un tema en cuestión de minutos, a base de una carrera frenética de comunicados de condena, de un blablabla elaborado. Todo vale para una hoguera que en poco tiempo quedará en nada, alimentada por la necesidad de no quedarse fuera de la polémica, tenga la base real que tenga. Y así damos diversión a la gente a la vez que alimentamos un mundo irreal que ya no engaña a nadie y acaba por desenganchar a muchos de ese relato difícil de creer.
Y aparece la falta de credibilidad fruto del sobredimensionamiento, de un relato elaborado, del sacar las cosas de quicio. Y a las pocas horas o días, el tema se enfría y a esperar el siguiente. Para mí la conclusión es clara: cuida de ti mismo, pon en juego tus valores y no te dejes manipular. Rebélate ante lo zafio, busca la belleza y procura transformar desde tu identidad.