Este curso está marcado por la apertura el 6 de noviembre de la causa de beatificación de 252 mártires diocesanos. Iré recogiendo palabras de laicos, sacerdotes y consagrados de nuestra diócesis sobre el martirio. Comienzo por el que ya hemos consagrado como humilde símbolo martirial de Barbastro-Monzón, el tomillo, según la explicación de Juan de Pano.
“Estos renuevos de tomillo están recogidos en distintos lugares de nuestros arciprestazgos. Son, pues, fragantes ramilletes nacidos en Tierra de Testigos de Cristo, regados con sangre martirial. (…) Pretendemos que su delicadeza y su reunión expresen nuestra certeza de pertenecer, brazo con brazo, a una diócesis martirial.
Y hemos elegido estos plantones porque, así como el tomillo perfuma las manos de quien le corta la vida arrancándolo de la tierra, así nuestros mártires bendijeron y perdonaron hasta el último aliento a quienes cruelmente les arrebataron sus vidas.
Así como el tomillo es olor que inunda nuestros campos y nos penetra con su dulzura aunque no lo veamos o, aunque pasemos junto a él sin detenernos, así nuestros mártires son evangelio junto a nosotros y aunque no podamos verlos, reconocemos su presencia con el perfume de su valentía para entregarse a Dios.
Así como el humilde tomillo crece en todos los rincones de nuestro solar diocesano y brota infrenable por árido o pedregoso que sea el terreno de su nacencia, así toda nuestra geografía diocesana es semillero martirial; toda ella, de norte a sur es, sin reservas, una evidencia de firmeza en la fe. (…)
Pero, este tomillo que encarna hoy nuestra identidad martirial no debe quedarse aquí. Su sitio está en la calle, allí es donde agiganta su perfume, convertido por nuestras vidas en bálsamo de Dios para los hombres.
Por eso, hemos reunido estos renuevos aquí, para que quien lo desee pueda echarse unas briznas de él en el mismo bolsillo en que pone la mano con que saluda y acaricia, la mano con que trabaja y ayuda, la mano con que perdona y así, pueda difundir por nuestras calles este aroma símbolo de perdón, de presencia y de aceptación del legado de nuestros mártires; este símbolo de que queremos vivir como murieron ellos.”