Nuestros modos de vida difieren mucho de lo que hasta antes de ayer era cotidiano. Nuestros hábitos de consumo, nuestros modelos de trabajo, han cambiado radicalmente en pocos años. De la era manual, donde gran parte de nuestra producción dependía de la fuerza y destreza de nuestros músculos, pasamos a la época de la mecánica, donde una serie de artilugios pasaron a “economizar” la fuerza de un buen número de empleados. Pero la mecánica ya es historia, estamos en la época de la digitalización y la robótica. El ser humano debe encontrar su sitio en este nuevo modelo de sociedad y los cambios deben tornarse oportunidades; notablemente para el medio rural.
Dando un rápido repaso a nuestra España rural, hoy tan necesaria al objeto de lograr una sostenibilidad real de nuestro ecosistema, constatamos cómo el trabajo en el mundo agrario se ha transformado. De la fuerza bruta de un buen número de mujeres y hombres que con la ayuda de sus caballerías mimaron los cultivos que les procuraban sustento, pasamos a una época donde las máquinas y la destreza de un buen número de aperos de labranza redujeron el número de profesionales consagrados al mundo agrario, permitiendo que parte de los mismos se ocupasen de otros menesteres. Pero el vertiginoso cambio de los años recientes está cargado de riesgos toda vez que de oportunidades. La digitalización, la robótica, debe ser entendida como una oportunidad para el mundo rural. El pastoreo con drones en nuestro valle de Benasque o el uso de robots automatizados para determinadas tareas de labranza está cada vez más cerca de generalizarse.
Estos cambios en lo social, estos cambios en lo cotidiano, estos cambios en la manera de cultivar nuestras tierras y de volver a lo rural, pueden erigirse como una ocasión singular de dignificar el mundo agrario y rural. Como todo en la vida necesitamos un justo equilibrio que permita la modernización de los cultivos toda vez que garantice un modo de vida digno y con posibles para nuestros agricultores y ganaderos. Los cambios recientes son esa oportunidad para dignificar lo rural, pero como dice un famoso proverbio chino: “Hay tres cosas que nunca vuelven, la flecha lanzada, la palabra pronunciada y la oportunidad perdida”. Ojalá nuestros políticos y profesionales sepan aprovechar dicha oportunidad y devuelvan a nuestros territorios la magnificencia y el gusto por un modo de vida responsable y comprometido.