Severino Pallaruelo volvió a Barbastro, invitado por la librería Ibor, con la reedición de Un secreto y otros cuentos bajo el brazo y rodeado de amigos y lectores.
Ha presentado su último libro en Barbastro.
Resultó un encuentro muy entrañable y bonito. Un acto con mucha participación. Me alegré mucho y tuve la oportunidad de ver a bastantes amigos, a alguno de ellos llevaba mucho tiempo sin poder saludarlos.
Mantiene muy vivo el recuerdo de la primera vez que llegó a Barbastro.
Contaba con seis años. Por primera vez vi alumbrado público en las calles y un grifo… ¡de repente entré en el siglo XX! Era la primera vez yo salía de mi aldea del Pirineo donde vivíamos casi como en época medieval en cuanto a servicios. Un cambio brutal. Yo, la verdad, estoy muy contento y agradecido de haber conocido los dos mundos.
¿Lo vive con añoranza?
No vivo anclado en todo aquello. Los cambios se podrán criticar, te gustarán unas cosas más que otras, pero en general la transformación ha ocurrido para bien. Cuando las gentes abandonaron la montaña lo hicieron de forma voluntaria. Ellos buscaban una forma de vida mejor y, la gran mayoría, la encontraró. Pero ocurre que, ahora, ese mundo lo llenamos de nostalgia. Y nos estamos refiriendo a un mundo ni mejor, ni peor, pero sí duro y lleno de dificultades.
Vino con su último libro Un secreto y otros cuentos.
Se trata de una reedición de un libro mío que ya se publicó hace muchos años y cuya edición se haya agotada. Tanto el editor de Xordica, Chusé Raúl Usón, como otras personas reclamaban que saliera de nuevo al mercado. Insistían, pero yo me resistía. Pero después del verano decidí que ya había llegado el momento.
Es un poco continuidad de Pirineos tristes montes.
Sí, Pirineos tristes montes, curiosamente, y a pesar de su título, es el libro que más satisfacciones me ha regalado. Porque, por primera vez, se puso letra a toda esa vida, esas sensaciones que no se habían visto antes reflejadas, esas vivencias de las gentes de la montaña. Su edición coincidió con la época en la que estaba de profesor en el instituto de Sabiñánigo y algunos alumnos me decían: “Es el único libro que ha leído mi padre” y otros padres me comentaban: “El único libro que ha leído mi hijo”.
Hace varios años que no publica nada nuevo. Y se ha jubilado, ¿a qué dedica el tiempo libre?
No digo que me haya desocupado de la escritura, pero he trabajado el vídeo con intensidad. Me regalaron uno mis compañeros del instituto cuando me jubilé y he descubierto algo apasionante. Realizo vídeos para mí, sin afán de darlos a conocer. Vídeos de la naturaleza, de historias, de una variada temática… Empecé a grabar y eso me sugería relatos. La imagen me ha llevado a la escritura.
También me he volcado en la pintura, en el grabado, las acuarelas y eso también me ha conducido a otras historias. Quizá sea ya tiempo de volver a destinar más tiempo a la escritura.
¿No piensa en divulgar estos vídeos?
Por ahora no, son para mí. De la misma manera que no he escrito para los demás. Esto nos conduce a una reflexión sobre la creatividad. Si trabajas pensando en el público, en la aceptación de tu obra, ésta puede verse condicionada porque ya sacas lo tuyo mediatizado, y ya no se trata de tu yo más puro.
Por mi parte, no tengo ningún interés más allá de gozar con la creatividad y por eso me resistía al mundo editorial. Desde mi punto de vista, la creatividad tendría que ser ajena por completo al mercado, pero entiendo también a los profesionales de la escritura o de la pintura… a los que viven de ello.
Se muestra crítico a las soluciones que se ofrecen para paliar la despoblación.
Se habla de la falta de servicios, de ausencia de oportunidades laborales, de las malas carreteras o de la deficiente conectividad. Se intenta acabar con la despoblación citando aspectos cuantificables, medibles. Sin embargo, existe algo no tangible. Se trata de la sensación íntima de vivir en un lugar remoto. Y este sitio puede ser casi cualquier pueblo del Somontano. Ve y date un paseo a las cinco de la tarde en invierno. ¿Por qué no viven aquí? Por esa percepción psicológica y personal. Yo también mantuve esa postura de las carreteras pero ya no. Por ejemplo, en Barbastro, hay médicos, profesores tienen trabajo y ¿viven ahí?