Carlos Gómez Bahillo, nacido en Zaragoza, ejerce como catedrático de Sociología en la Facultad de Economía y Empresa de la Universidad de Zaragoza. También dirige Cáritas Diocesana de Zaragoza. Hablamos con él sobre el voluntariado en nuestra sociedad.
¿Realmente existe una crisis de voluntariado?
No hay una crisis como tal porque el concepto de voluntariado ha cambiado. Además afectan mucho las generaciones. Ya no se rige bajo esa idea de que es un compromiso de por vida. Y eso supone un problema muy serio para el futuro de estas entidades.
Se necesitan más voluntarios.
Sí, e influyen mucho las generaciones. Los jóvenes se vuelcan más en causas específicas, mucho además. Por ejemplo tras la Covid-19 vimos una respuesta increíble por su parte. Pero una vez que esa necesidad se calmó, los jóvenes desaparecieron y volvieron a sus quehaceres.
Luego en la franja de los 50 observamos un problema. Ya están más libres porque sus hijos tienen una cierta edad para poder llevar una vida más independiente, pero deben cuidar a sus padres.
Por otro lado, en las personas de avanzada edad saben que una vez que se comprometen, deben seguir adelante. Y si no, ayudan económicamente. Por ejemplo Cáritas Diocesana de Zaragoza se mantiene en gran medida gracias a las donaciones de herencias.
Esto va relacionado con una crisis de valores.
Nos encontramos en una sociedad muy pragmática y competitiva. Entonces hay un sector de la sociedad que no entiende qué es el voluntariado. Y mucho menos el continuado. E incluso se preguntan que para qué sirve. Pero también encontramos a personas muy solidarias y comprometidas que entienden el sentido de la causa.
A mí por ejemplo el voluntariado me cambió la vida. He ido 13 veces a hispanoamérica con la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo. Y eso te ayuda a ver lo que realmente tiene importancia. Y a ver que hay una parte del mundo muy grande que vive con otros valores, creencias y necesidades.
También influye el ritmo de vida.
El tiempo ya no lo controlamos nosotros. El trabajo, los compromisos, los problemas… Todo influye. Entonces comprometerte con una entidad social sin saber a ciencia cierta si vas a poder cumplir es muy complicado.
¿Por qué los jóvenes no se implican?
La principal causa es que los jóvenes tienen un ritmo de vida muy inestable. Por lo que no se pueden comprometer. También hay otros que se preguntan: ¿y yo qué saco a cambio? No obstante, muchos otros son conscientes de lo gratificante que es y colaboran en ello.
¿La población española es menos solidaria?
La obligación que tenemos de ser solidarios con los otros todavía no está inculcado. Además, existe un sentimiento de culpa muy profundo. En el aspecto de que muchas personas consideran que las situaciones se las buscan cada uno. Y eso no es así, hay que mirar cada caso con detalle.
A su vez, en España existe una gran pobreza oculta. A veces cuesta mucho reconocer que necesitamos ayuda, sobre todo económica. Y también somos reacios por un pensamiento peyorativo de autoculpa.
¿Cómo podemos atraer a los jóvenes al voluntariado?
Fundamentalmente proponiendo tareas que tengan resultados inmediatos. A los jóvenes los han formado con la cultura del resultado. Piensan que si dedican su tiempo a algo, tienen que ver los resultados. Si les explicas que algunas situaciones se tratan de una carrera de fondo y que llevan mucho tiempo, no se implican. Necesitan hechos y cuestiones pragmáticas.