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Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
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Redacción de colegio

Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
22 diciembre 2022

Minerva es como todas las madres del mundo. No se sienta en todo el día. Nunca tiene tiempo. Cuando grita es capaz de sonar más fuerte que la sirena de las doce. Ella lo sabe todo y con un solo argumento puede parar un regimiento porque lo dice ella “y punto”.

No hay excepción. Mi madre, como todas las madres del mundo, es bruja. Aunque viva a 500 kilómetros, sabe cómo está mi armario, que hoy no he puesto el lavavajillas y que la cama se va a quedar deshecha. ¿Cómo? No lo sé pero no se le escapa una.

Se ocupa de todos. De los suyos y de los demás. Aconseja a familias sobre dislexia y trastornos del aprendizaje en ADISDEA, colabora en la Hermandad y pone su grano de arena para ayudar a Ucrania.

Nada le da miedo y todo lo sabe hacer. Es asombroso. Sin ir más lejos, cuando le he dicho que no sabía qué tratar en esta columna, me ha respondido con retintín que si quería la escribía ella. Y sin darse cuenta, me ha dado la solución.

Y así, con todo. Yo la miro aún con ojos de niña y cuando escribo sobre ella lo hago como si fuera una redacción de colegio. Así es como me siento. Como si estuviera en un pupitre intentando entender las ecuaciones. Y nunca he sido buena en matemáticas.

Lo siento con mi madre y lo veo en mis abuelas. Cada una a su modo, pero siempre un paso por delante y otro por detrás. Por si alguien se olvida algo, por si tropezamos.

Este es el texto de Minerva, de mi Mariminer, pero puede ser el de Mari, Josefa, Encarna, Antonia, Engracia o Sabina. Mujeres, madres y ejemplos. Insistentes de más pero con la razón siempre.

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