Posiblemente, y más para muchos, lo sean por la crisis. Pero deben serlo para todos por la propia condición y esencia de lo que los cristianos celebramos en estos días. Si, y así se lee en el evangelio, Cristo nació pobre y entre los pobres, ¿a qué vienen los gastos excesivos para recordar ese nacimiento?
La austeridad no es ser tacaños o ramplones; se refiere a lo justo y equilibrado que debería ser nuestro gasto en Navidad dentro de unos criterios cristianos. La encarnación del Hijo de Dios, acontecimiento absolutamente único, da comienzo a una nueva Historia de Salvación de la que se deben desprender valores que son propios de la fe cristiana. Cualquier otra cosa se sale de la realidad que se celebra.
Insistimos en que la austeridad no se refiere tanto a lo escueto y sobrio cuanto a lo más significativo de la identidad cristiana. Las fiestas de Navidad, tan celebradas por las comunidades cristianas, no deben olvidar su origen verdadero perdiendo su esencia.
Y así sucede cuando son vencidas por un indiferentismo religioso consecuencia, a veces y tal vez, por el desconocimiento de los hechos que se celebran en Navidad. Ignorar es como no ver. Se multiplican entonces los sucedáneos y al final parece que todo vale en Navidad, que cualquier luz, atuendo o nombre vale para celebrarla. Pues no.
Por otra parte, y más en estos tiempos duros que vivimos, una felicidad manifestada con derroches y fiestas inadecuadas e improcedentes, pueden resultar un sarcasmo y una burla que, aun quizá sin darse cuenta pero eso ya es un grave defecto de ceguera social, se hace a tantas personas, familias y grupos a quienes esta alegría pagana les resulta completamente imposible.
Esas fiestas, en realidad, acaban siendo para pocos. Y, justo al revés, Jesús ha nacido pobre, porque así todos lo pueden recibir, y lo que sucedió en Belén es un gesto de amor admirable que abraza absolutamente a todos.
El gran pregón de Navidad es que Cristo viene para todos y basta un corazón agradecido para recibirlo. En ese niño que nace en Belén está la fuente de toda alegría verdadera. Por eso, lo que deseamos para nuestros lectores son unas Navidades austeras en las que se bendiga a Dios y se esté dispuesto a ayudar al prójimo en todo cuanto se pueda.