“Ciudad de ferias” es uno de los eslóganes que más se han utilizado para promocionar Barbastro. La naturaleza comercial de nuestra ciudad, determinada por su privilegiada situación estratégica, está en el origen de una antigua y prestigiosa tradición ferial.
Pero las nuevas formas de comercio, el desarrollo de las comunicaciones, la posibilidad de acceder a toda clase de información profesional (orientación del mercado, contactos…) con un solo clic y la vertiginosa mejora en la logística han convertido en irrelevante aquella ventaja comparativa.
Son necesarios, por tanto, nuevos enfoques que garanticen la continuidad de los eventos feriales y que justifiquen su celebración, en nuestra ciudad y en cualquier otra.
El vino, el turismo de naturaleza, las antigüedades, las bodas y celebraciones, la artesanía… fueron la base de ferias monográficas que trataron de dar sentido a un ente autónomo, la Institución Ferial de Barbastro, que se reveló incapaz de conseguir resultados económicos razonables. Los recortes en las subvenciones, que disimulaban pérdidas muy elevadas, obligaron a su desaparición y al Ayuntamiento a asumir sus funciones.
En la actualidad, el Área de Desarrollo se ocupa de esa gestión. Cuenta con un presupuesto total de 800.000 €, del que se destinan unos 100.000 a la celebración de ferias. Si añadimos el coste del personal que administra el departamento, estaríamos hablando de unos 160.000 € (calculo estimativo) dedicados a las ferias de la ciudad.
Resulta ineludible hablar de FERMA, no sabemos si buque insignia o Titanic de nuestras ferias. Su progresiva decadencia obedece a diferentes causas. Probablemente, un concepto de feria generalista que se muestra agotado y una elección de fechas tal vez errónea (solo tres ferias se celebran durante el mes de agosto en Aragón, FERMA entre ellas).
La concejalía de Desarrollo ha elegido estos últimos años un nuevo modelo que acerca la Feria a la ciudad y fragmenta su celebración. Es de reconocer su coraje al alejarse del histórico empecinamiento inmovilista explorando nuevas fórmulas. Será el tiempo el que definitivamente calificará esta apuesta.
En Aragón se celebran anualmente cerca de 120 ferias, el 40% de ellas en la provincia de Huesca. Destaca Zaragoza capital con cerca de 15 ferias sectoriales, a cuál más potente. El resto son generalistas, amparadas en la tradición, dirigidas al público en general y con una gran presencia del sector agroalimentario.
Pero qué objetivos tiene o debe tener una feria: el apoyo a sectores de la economía local, la atracción de visitantes, la promoción de la ciudad, una especie de acto festivo… Tal vez un poco de todo. Pero si los expositores no obtienen rendimiento y su participación se convierte en una especie de obligación, la feria perderá su sentido y solo podrá mantenerse artificialmente.
Los radicales cambios en la economía, que citábamos al inicio, conducen a una creciente especialización y concentración. Las ferias de éxito son cada vez más grandes y de carácter nacional o internacional. La posibilidad para las ciudades pequeñas de competir en este escenario se vuelve cada vez más complicada.
Resulta imprescindible dirigirse a nichos de mercado que no estén cubiertos. Ejemplos cercanos y exitosos en este sentido son Femoga (Sariñena) o la Feria del Libro Aragonés (Monzón). No solo se trata de encontrar una idea original, sino de desarrollarla de manera excelente y, por supuesto, con unos costes que produzcan una reversión real de la inversión para la ciudad.
Es necesario llevar a cabo otro tipo de actividades que también generan desarrollo y cuya puesta en marcha es menos comprometida: pequeños congresos, eventos deportivos y culturales, organización de jornadas técnicas…
Estas no solo benefician al sector hostelero, sino también al comercio, y constituyen un inmejorable escaparate promocional de la ciudad. En resumen, no debemos dejarnos llevar por la inercia y la tradición, sino explorar nuevos campos y conceptos sin miedo al fracaso.
Mención aparte merece La Candelera, que cuando lean estas líneas habrá acabado de celebrarse. Una feria (tal vez algo más) de más de 500 años que reúne todas las condiciones que justifican un evento de esta naturaleza. Aunque, como nada es eterno, será necesario mimarla y actualizarla para que al menos nos dure 500 años más.