¿Os imagináis construir una recreación de la Torre Eiffel de más de cinco metros de altura? ¿O quizás un molino de viento con aspas de siete metros y que funcione con un motor de lavadora? ¿Qué tal una retroexcavadora casera que funcione de verdad? No, no estoy delirando, sino que son algunas de las obras que se vieron entre los muros del antiguo colegio Pedro I.
‘Creatividad al poder’ es el lema que define a la perfección a José Antonio Trillo, quien ejerce como conserje desde hace más de dos décadas en el centro. A lo largo de los años, el barbastrense creó auténticas obras de artes, se aprendió los pasillos como la palma de su mano y vio cosas únicas entre las paredes del centro escolar.
José Antonio nunca se ha considerado “un portero típico”, dado que siempre se ha involucrado mucho “en hacer cosas, en participar y en hacer participar a los niños”. Entre otras cosas, el conserje se desvivía durante las semanas culturales, las cuales siempre ha considerado “intensísimas”. Repasando ediciones anteriores, ha recordado cuando hizo una pala de obra, con movimiento y su propio cazo para la semana cultural que giró en torno a la hidráulica. “Vino un hombre que había sido palista toda la vida a verla. Se lo contaron y no se lo creía, incluso se emocionó”, desveló.
De la misma manera, en la edición de El Quijote, también construyó junto a José Antonio Albero y los alumnos de, por aquel entonces, sexto de primaria, un gigantesco molino de viento que tenía unas aspas de siete metros. “Le pusimos un motor de lavadora, calculamos las vueltas y la deceleración para que las aspas girasen a determinaba velocidad”, ha relatado.
A su vez, no ha querido dejar escapar la oportunidad de rememorar la impresionante Torre Eiffel que hizo cuando el colegio se convirtió en bilingüe, a la cual “le faltaron tres centímetros para llegar al techo”, y “porque no nos dio tiempo; que si no, la hacíamos a tamaño natural”, comenta riéndose.
Pese a lo impresionante de estas construcciones, el portero siempre ha reconocido que lo bonito no eran las manualidades, sino el aprendizaje que envolvía aquellos proyectos. Sin embargo, tanto profesores como alumnos, quedaban fascinados por la vida que implantaba en los pasillos del colegio.
La dilatada estancia de Trillo en el cargo le ha permitido vivir la transición del colegio antiguo al nuevo, donde ya cumple aproximadamente una década. Las tradiciones de la escuela se siguen manteniendo, aspecto del que saca pecho el conserje.
De las últimas semanas culturales celebradas en el Pedro I nuevo, se queda con la que giró en torno a las diferentes nacionalidades que conformaban el centro. “Salieron trece diferentes. Fue la semana cultural más interesante porque vimos las costumbres de otros pueblos y el cómo nos hacemos una idea equivocada de otras culturas”, afirma.
Cambio generacional
Su amplia experiencia en el colegio le ha permitido ver aquello que gira en torno a la educación desde una perspectiva diferente, así como los cambios que han pasado desapercibidos con el paso del tiempo. El concepto de maestro ha variado con el avance de la sociedad. “Antes un maestro era una autoridad y se les confiaban muchas cosas que ahora ya no”, comenta. Paralelamente, considera que “había un respeto a la autoridad” y que “la palabra maestro tenía otro valor”. Sin embargo, en la actualidad, Trillo comenta que “los maestros son gente joven que se desenvuelve muy bien con las nuevas tecnología, con las pizarras electrónicas, las tabletas… y sabe conectar muy bien con los niños porque hablan el mismo lenguaje”.
Por ello, ha querido metaforizar esta transición afirmando que “el colegio viejo encerraba la esencia de lo que antes era la docencia, el maestro de siempre, la tiza, la buena letra; y el colegio nuevo abre las puertas a las nuevas tecnologías, las tabletas digitales… son distintos, no uno mejor que otro”.
Por otro lado, el conserje ha explicado varias anécdotas recopiladas a lo largo de los años. “Siempre me ha impactado mucho la manera de trabajar de los maestros, sobre todo con los niños pequeños”, menciona. Trillo ha rememorado que los profesores hacían votar a los niños para decidir el tema que se iba a trabajar. “Yo me acuerdo que eligieron uno del pingüino emperador, y yo dije… ¿Cómo es posible? Pues, no te imaginas lo que sucedió”. A raíz de este animal, “aprendieron matemáticas porque tuvieron que medirlo y compararlo”, “vieron cómo vivía y como socializaba”, “aprendieron sus colores y lo pintaron”… “Tocaron todas las materias a raíz de ese pingüino”.
Trillo también ha querido desmentir algunos mitos popularizados sobre los profesores. “Los maestros no viven de lujo, sino que tienen una responsabilidad muy grande”, afirma. De la misma manera, ha explicado que “no es que tengan un gran sueldo, ni lo de las vacaciones… La gente ve eso, y yo veo otras cosas. He visto maestros llorando, maestros muy disgustados y maestros muy comprometidos. Yo he visto implicación, he visto profesionales”, ha admitido.
A su vez, considera que ha estado en una “posición privilegiada” porque ha entrado “en las aulas cuando había una emergencia para solucionarla. Por ello, he visto las clases desde dentro y he vivido cómo las daban. Te puedo decir que he visto a gente muy profesional”.
Por otro lado, también ha puesto en valor a la vieja guardia del Pedro I. “Paco Durán fue un director extraordinario, un director de diez. Si el que te manda es el que más da el callo, ¿cómo me iba a quedar atrás?”. De la misma manera, ha admitido que “yo siempre me sentí muy arropado, y muy bien considerado por profesores y alumnos porque agradecían lo que hacía”. No obstante, también ha reconocido que “era parte de mi temperamento, como el de todo el mundo. Allí muchos maestros hacían muchas más cosas de las que les correspondían”