Muchas miradas están puestas sobre Barbastro estos días. El VIII Congreso Nacional de Cofradías y Hermandades ha hecho lo que ya hicieron el reconocimiento de interés turístico de Aragón en el 2005 y once años más tarde, el nacional. Volvemos a ser ejemplo y esto va mucho más allá de si tenemos o no las cofradías más tejidas, los pasos más emotivos o las bandas más vibrantes. Se trata de lo más importante, nuestra esencia. Un carácter de tradición y fervor que se remonta al Barbastro de la Edad Media. Han pasado más de 800 años. Ha llovido, ha granizado, se han abierto vedas e incluso se ha abierto fuego, sin embargo, el sentimiento ha perdurado. Esto es mucho decir y más, como dirían los más veteranos, en los tiempos que corren.
No es casualidad que esta edición del Congreso Nacional de Cofradías y Hermandades busque las claves de la dimensión sociológica de la Semana Santa con Barbastro como telón. Somos historia y carácter, también cultura y arraigo.
Y esto es solo un capítulo. Si uno anota en una hoja todas nuestras costumbres, necesita un cuaderno y si aleja la lupa a la comarca, un libro. Desde la Candelera hasta San Ramón. Desde el crespillo al jueves lardero. Desde lo más lejano hasta lo más reciente como la Ronda de Boltaña el ocho de septiembre.
No se trata de una Semana Santa, se trata del quién. No es el acento, es el carácter, la rasmia. Un día a día marcado por un carrusel de años y años de tradición, costumbre y arraigo.