El periplo profesional de Joaquín Abós (doctor en Ingeniería y master MBA por el IESE de Barcelona) le ha llevado a visitar 67 países y a trabajar en instituciones como la antigua Caja de Ahorros de Zaragoza, Aragón y Rioja (ahora Ibercaja), Banco Atlántico, Banco Europeo para la Reconstrucción y el Desarrollo o el Fondo de la OPEP (Organización Países Exportadores de Petróleo) en Viena. El viernes, a las 19 horas, presentó en el Club Entrearcos de Barbastro sus Memorias.
Ha escrito sus memorias pensando en…
Los jóvenes. Yo quiero hacerles llegar que no se acomoden, que luchen por llegar a lo máximo laboralmente. Que se formen y trabajen bien.
Veo a mi alrededor mucha mediocridad. De hecho, constituye el gran mal de España. Se comienza con rebajar la exigencia en la escuela y en la Universidad. Cada vez nos esforzamos menos y ese mal se va extendiendo a toda la sociedad y la vulgaridad va ganando terreno. Lo mediocre avanza, llega a todos los cargos y no digamos ya a nuestros políticos. ¡Para echarse a correr!
¿Qué entiende usted por mediocridad?
No poner los medios para mejorar: uno mismo, la empresa y la sociedad. Falta de iniciativa y de visión. Siempre resulta posible cambiar las situaciones, pero ¡claro! para ello hay que ponerse retos y ser constantes. Y esto es válido en todas las circunstancias vitales y para todos. Aunque alguna batalla se pueda perder, hay que tener fuerza y determinación.
Se fue de Barbastro con 11 años, me resulta sorprendente que mantenga vivo el vínculo.
Porque la infancia marca. Recuerdo jugar a los pitos en la plaza del Ayuntamiento que era de tierra, ir a por litones. Los Escolapios me enseñaron la devoción a la Virgen. Grandes amigos míos como José María Fillat o de mi padre, como Manolo Samitier (padre). Y abrazar a san Josemaría en Barbastro en 1975. La primera vez de las muchas que lo vi.
Habla de san Josemaría. En su libro aborda el trabajo, pero también la espiritualidad.
Mi libro va sobre lo humano, lo profesional y lo divino. Cuando descubrí el espíritu del Opus Dei y la santificación a través del trabajo cotidiano ¡lo cambia todo! En el trabajo hay que poner una intención y ayudar siempre a los demás. Si Dios está en el centro, obviamente, no te puedes conformar con la mediocridad. Debes superarte.
En nuestra sociedad occidental, ¿pesa más el hedonismo que la espiritualidad?
En occidente, sí. Pero en Asia y África he constatado una grandísima espiritualidad. Y no creo superflua la relación entre hedonismo, falta de valores y mediocridad que se vive en España.
Usted trajo la General Motors a Figueruelas.
Trabajaba yo en la Caja de Ahorros, ahora Ibercaja. Esta entidad fue la primera de las cajas españolas en poner en marcha un departamento internacional y en realizar informes y análisis en inglés. En la Caja, ya en 1973, viajamos por primera vez a Japón para establecer contactos.
Años más tarde, se nos escapó la Ford. Entonces escribí un documento en los que quedaba patente que Zaragoza era mejor que Valencia y se lo comenté a José Joaquín Sancho Dronda (director general de aquella época), creyó en mí y me otorgó esa misión. Y vino la General Motors. Sancho Dronda era un fuera de serie.
¿Qué encontraremos en su libro?
Les sorprenderá la cantidad de gente conocida que aparece. De situaciones que han sido noticias y que yo les puedo aportar qué sucedió. Por ejemplo, la llegada de General Motors. La Guerra del Golfo y su efecto en la banca. Que haya sido el único español en trabajar en la OPEP. O la labor del Banco Europeo de Reconstrucción sobre todo en las repúblicas del centro de Asia y Rusia cuando cayó la URSS.
Ha mantenido amistad con Boris Nemtsov, líder de la oposición rusa asesinado en 2015. Y ahora Ucrania.
En la foto que ilustra esta entrevista, al fondo vemos el icono que me regaló Boris que era también portada de mi libro Liderazgo en acción. Boris era el líder de la oposición rusa asesinado el 27 de febrero de 2015 a las afueras del Kremlin. Un buen amigo. Me duele sobremanera que Putin esté destruyendo Rusia y en ello, también arrase Ucrania. Las guerras me duelen porque he visto sus consecuencias. Y lloro y rezo por ello.