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Manolo Garrido Al levantar la vista
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Violencia en la infancia

Manolo Garrido Al levantar la vista
17 abril 2023

El diario El Mundo daba cuenta el pasado lunes, en un documentado informe, del aumento de denuncias por violaciones cometidas por menores y cómo la fiscalía vincula ese aumento con el porno. Leemos que en 2022 se denunciaron 2.870 violaciones, lo que supone un aumento de más del 53 % respecto a 2019.

Fiscalía de menores, jueces, ONG y pedagogos vinculan este incremento al consumo excesivo de la pornografía por parte de los más pequeños: la sociedad bombardea a los jóvenes con el deseo y nadie les dice que lo que ven no es la sexualidad real. Un gran porcentaje de los videos accesibles fácilmente a nuestros menores contiene violencia sexual, física o verbal, y el cerebro aprende a imitar esos comportamientos.

Es un tema complicado, con muchos factores y difícil de resolver. Nos implica a todos, que a veces denunciamos y otras contribuimos a crear o permitir un caldo de cultivo que afecta a los menores indefensos. Hablamos de consumo excesivo, como si fuera bueno un consumo moderado. O huimos como de la peste de la palabra “valores” o enfoques moralizantes, como si la moral fuera un freno inadmisible e inaplicable. Entra en juego un acomplejado permisivismo, hijo de la confusión y de la falta de criterio.

Propongo principios sólidos para un autocontrol. El siempre sugerente Gregorio Luri avisa en ese reportaje de que hay una relación causal entre el constante estímulo del deseo sexual y la búsqueda ciega de su satisfacción. Y Jorge Gutiérrez, director de la ONG Dale Una Vuelta, uno de los expertos consultados en este informe, destaca que “la pornografía normaliza la violencia e influye en el desarrollo afectivo de los menores”.

A pesar de esos preocupantes incrementos, parece que hay muchos casos que no se denuncian. Hay despreocupación y banalidad entre los adolescentes, con comportamientos altamente sexualizados, a edades muy tempranas. Este inicio precoz se vincula fundamentalmente al acceso a la pornografía en dispositivos móviles desde edades impúberes. Buena cuestión ésta la de decidir cuándo facilitar un dispositivo móvil a los niños, buena batalla en los hogares para unos progenitores asediados por el qué dirán o por evitar parecer raros. Altísimos niveles de protección para cualquier aspecto del cuerpo y de la salud conviven con el negocio demoledor y disolvente de promotores sin escrúpulos. Y que encuentran terreno abonado en una sociedad difícil y en unas familias sin recursos.

Urge formar en unos valores personales que tienen gran trascendencia social. Personas con principios, ciudadanos sin complejos. Estamos en una sociedad hipersexualizada, alentada por la inmediatez de la redes, pendientes de seguidores y likes. Venimos de una pandemia que facilitó el acceso libre a la pornografía ofrecida desde plataformas que enriquecen con rapidez a sus propietarios.

Hay muchas maneras de contribuir en positivo a la mejora de la sociedad, en los cauces del entretenimiento, que difunda contenidos respetuosos con la dignidad humana, con la naturaleza, con la fragilidad de cada edad, sin la trampa de pensar que en otros tramos de la vida de una persona el porno puede ser neutro o beneficioso. Es el momento de un entretenimiento que aúne calidad rentable que atraiga y proponga valores de una gran trascendencia social, cuya ausencia tiene esos efectos que lamentamos.

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