El pasado martes, junto a Cope Alto Aragón y la Asociación de Empresarios del Somontano de Barbastro, organizamos el debate con ocho de los nueve candidatos a la alcaldía de la capital del Vero. En esto, como en las ferias, cada uno lo cuenta según le va y es probable que la valoración del papel de cada uno dependa de los oídos que escucharon el intercambio de pareceres sobre el ¿futuro? de la ciudad. De ese diálogo entre opciones políticas más o menos diferentes, nos quedamos con dos cuestiones que llaman a la reflexión.
La primera exige un examen casi de conciencia. Si desde al menos el año 2007 se da una práctica unanimidad acerca de cuestiones de interés para la ciudad, como la ventanilla única, la oficina de desarrollo o de promoción industrial o un plan turístico local, ¿por qué eso sigue siendo, veinte años después, una cuenta pendiente? Que quienes aspiran a regir esta ciudad coincidan tanto pero tengan tan poca capacidad de aunar voluntades para materializar esos puntos comunes –que poco o nada tienen que ver con ideologías– resulta desazonador. Quizá por ello los programas electorales suenan a cantinelas que ya hemos escuchado.
La segunda. A la pregunta de qué proyecto priorizaría cada candidato si solo pudiera escoger uno, uno solo, la gran mayoría de respuestas evidenciaron la ausencia de proyectos de futuro. No obras, ni gestiones, ni rudimentos. Proyectos. Con mayúsculas, como se requiere a quienes desean gobernar una ciudad con más de 17.000 habitantes y un presupuesto por encima de 15 millones de euros. Más que el de muchas empresas que, por la cuenta que les trae, habilitan mecanismos de control y de mejora permanentes.
Es tiempo para reclamar audacia, visión de futuro y luces largas. De ver más allá de nuestras narices.