La dicotomía pueblo o ciudad cumple años inexorablemente. La historia está plagada de oleadas de personas que se trasladan a otro lugar y, en la mayoría de casos, se abandona el medio rural y se opta por núcleos más grandes. Por tanto, no es nada nuevo que, cuando toca elegir, se opte por un pueblo grande, cuando no por una ciudad directamente.
Vivir en un pueblo conlleva ventajas, qué duda cabe: el contacto con la naturaleza, una comunidad cercana, menos contaminación a todos los niveles. La tecnología permite que la conectividad no suponga un problema para acceder a un empleo –aunque aquí aún quede tajo–.
Pero también existen inconvenientes. Si existe una escuela abierta, gracias; si el médico aparece una vez por semana, también agradecidos. Y el coche (en una sociedad que parece que lo denuesta como rey de todos los problemas de contaminación) no es un lujo, es una necesidad. Para acceder a servicios básicos como los mencionados, pero también (en muchos casos) para poder comprar y para acceder a una oferta de ocio.
Si, de primeras, cualquiera pone en la balanza todo esto y decide vivir en una ciudad (más o menos grande), ¿por qué iban a ser menos los estudiantes de Medicina que deben realizar su residencia? En este número hablamos con ellos. Y una de las conclusiones es esta: al medio rural viene quien realmente pone las ventajas del medio rural por encima de las de la ciudad.
Pero para muchos, un hospital más grande, con posibilidad de acceder a más especialidades, constituye un atractivo profesional contra el que poco se puede hacer y no todos los hospitales pueden ofrecer todas las especialidades.
No existen las soluciones mágicas. De hecho, la opción de elegir entre pueblo y ciudad no es el único problema de la sanidad en general y de los médicos residentes en particular. Hay más. Como las condiciones laborales y salariales, la ignorancia de muchos pacientes que buscan al especialista sin saber de su larga formación, el intrusismo. Políticos (que tienen en su mano la gestión) y profesionales (que conocen al dedillo los problemas) deben colaborar para buscar soluciones reales a un problema que en sectores de salud como el de Barbastro resulta acuciante. Y sabiendo que sus resultados no llegarán antes de cuatro años.