Quién me iba a decir en abril de 2023, cuando entrevisté al neurólogo barbastrense Jesús Mora Pardina, que pocos meses después iba a verme directamente afectado por sus declaraciones sobre la ELA y las enfermedades neurológicas. Cuando me documenté sobre su trayectoria profesional incluí el visionado de su intervención en la UNED con motivo de la entrega de la Almendra de Oro de este semanario. Sus palabras entonces rezumaban realismo, optimismo y una gran esperanza. Ojalá sea yo un buen discípulo.
Porque ahora me toca vivir en primera persona sus mensajes, desde que el 29 de septiembre me diagnosticaran la ELA, tras casi un mes de molestias, pruebas y especialistas. Ahora son días de más pruebas, de repasar testimonios de otros enfermos admirables en su lucha y de cambiar completamente de hábitos, rutinas y costumbres.
Son días complicados, porque no es fácil asimilar ni aceptar las limitaciones que te impiden hacer lo que hasta hace muy poco hacías y no valorabas suficientemente, es decir, pierdes autonomía y te conviertes en una persona dependiente para unas cuantas cosas, hasta ahora rutinarias. Es una gran lección de vida que te ayuda a valorar tantísimo afecto y cariño junto a la ayuda física para desplazarte o realizar otros movimientos. Es una gozada notar en llamadas y mensajes tantas muestras de apoyo y ayuda, que son decisivos a la hora de armar cabeza y corazón para ir a por todas, a pesar de los pesares, que los hay.
Con Mora Pardina hablamos de resiliencia, de superar los retos, de la necesaria investigación para avanzar en la prevención y curación de la ELA. Me decía que faltaban recursos para una enfermedad poco mimada hasta fechas recientes. Mi experiencia en estos días es muy buena en lo que se refiere a los profesionales de la medicina y todo el personal sanitario. He sido atendido en la Clínica Universidad de Navarra y lo seré en la unidad especializada del Hospital La Paz. Gestiono las ayudas que brindan la sanidad pública y la Comunidad de Madrid para servicios tan importantes como la fisioterapia.
Como nunca en otra situación, siento cómo la fe y la oración me sostienen en una actitud de rebeldía que asoma con frecuencia y que te pregunta por qué precisamente a mí y que hace saltar por los aires tantos proyectos. Por eso me dan paz, serenidad y visión sobrenatural las palabras de san Josemaría sobre el dolor, para intentar amar la cruz y considerar el bien que puedo hacer desde esta situación. Y a considerar que donde una puerta se cierra otra se abre. A no reblar. Es hora de levantar la vista (como se llama esta sección), mirar lejos y preguntarme por los para qués de mi situación.
Nuestro santo barbastrense me ayuda a ahuyentar las quejas y a no exagerar, a considerar que hay mucha más gente que lo pasa peor, no tiene acceso a la sanidad o no tiene quién la cuide. Yo tengo a una familia estupenda en la Obra, y en concreto a los que viven conmigo, que me cuidan, atienden y miman, junto a mis seis hermanos en Asturias, desde donde llegué a esta tierra a la que siempre volver. Y donde cuento con tu afecto, querido lector.