Ojalá brindes mucho estos días, que en tu mesa no falte nadie y salud, mucha salud.

No llego a la última columna del año con gran originalidad. Como a muchos, me ha pillado por sorpresa las pocas hojas que le quedan al calendario. ¿Ya ha pasado uno más? Muchas cosas siguen igual y otras se han descarrilado. Se intentan derribar pilares que creía inamovibles, los precios siguen en las nubes y sí, un año más, el centro de Barbastro se mantiene desconchado y medio en ruinas. Continúan las guerras y las desgracias son el pan de cada día. Muchos días seguimos insistiendo en eso de “qué injusta es la vida”.

Sin embargo, es Navidad y sin pretensiones de ser uno de esos anuncios edulcorados, las luces encendidas entre la boira hacen que todo merezca un poco más las pena. Aunque solo sea por las sobremesas, los reencuentros y las charlas de horas con los que más quieres. Este año, además, con excepciones. Se permite hablar de fútbol en las mesas si es para sacar pecho por la UD Barbastro que se enfrentará a uno de los clubes más importantes del mundo en nuestro modesto campo municipal. De religión, para dar a conocer los nuevos pasos integradores del Papa Francisco. ¿Y de política? Bueno, este año, no es raro coincidir en fobias y filias.

Siguen los retos y precisamente la lista no es corta. Aquí cada cual que rellene de la forma más sincera que pueda, aunque no debe ser muy diferente, de ahí que los gimnasios se llenen de cara a la cuesta de enero. Hay mucho por hacer. Parques que acabar, fachadas que arreglar, empujones para fomentar la actividad y escuchar, hace tanta falta escuchar… Hay ideas y lo más importante, hay vida. Solo por eso, merece la pena.

A por otro más. Feliz Navidad.