“Yo que siempre me afano y me desvelo/ por parecer que tengo de poeta/ la gracia que no quiso darme el cielo”. Miguel de Cervantes.
Se acaba de celebrar el día mundial de la Poesía, una fecha hermosa que no hay que dejar pasar sin volver a los versos de siempre, esos que nos han acompañado desde la infancia, cuando recitar era una parte de las celebraciones de aquel tiempo. Tenía yo hoy en el tintero, esperando ansiosas, varias soflamas contra la situación política actual, estaban ahí, preparadas para salir con furia, listas para llenar un folio como este, pero no es hoy el día, no, hoy toca leer versos, que serenan el ánimo, y escribir sobre versos, mejor aún, escribir versos. Además, ha empezado la primavera y el corazón está algo desbocado, así que hay que dejarlo a sus anchas, lejos de las cuitas de nuestros próceres que igual ni saben qué es eso del corazón.
Cuando llega este tiempo, es inevitable, hay que hacer propósito de la enmienda, hay que dejar la excusa de los muchos compromisos que nos agobian a todos, hay que dedicar más tiempo a la poesía, a leer, a releer. Hay que dejarse mecer entre sus brazos, volver a los orígenes, a nuestros poetas preferidos, esos que nunca nos defraudan porque estuvieron a lo suyo, empecinados en aprehender la belleza de las palabras, afanados en jugar con ellas y en ofrecérnoslas inmaculadas para que nos deleitemos, nos estremezcamos, nos ensimismemos y nos sintamos afortunados por pertenecer al género humano. La poesía como bálsamo contra una sociedad desalmada. La Poesía con mayúsculas como una diosa a la que venerar.
En las últimas estadísticas sobre libros más vendidos en esta provincia no había ninguno de poesía. Me entristeció. No puedo entenderlo. Se publica mucho, se lee poco, pero que no se lea poesía es un mal síntoma: nuestra sensibilidad debe de estar por los suelos. No quiero pensar que algunas nuevas tecnologías, ese camino fácil de leer en el móvil bobadas de todo tipo, ahuyenten el ansia de alcanzar la belleza sublime de leer un poema de los de verdad. No hay excusas. Hay poetas, ahora, y siguen los de ayer entre nosotros. Bécquer afirmó hace ya mucho tiempo: “No digáis que, agotado su tesoro,/ de asuntos falta, enmudeció la lira;/podrá no haber poetas; pero siempre/ habrá poesía”. No todo está perdido. Le animo a que no acabe el día, querido lector, sin leer un poema. Hoy yo, cuando caiga la noche, releeré a mis poetas favoritos e intentaré escribir unos cuantos versos tiernos como los que me inventaba de niña, cuando era fácil soñar.