Los cristianos laicos son signo y evidencia del misterio del Dios creador, origen y fuente de toda realidad, cuidador de la creación y de su destino al servicio de todos los hombres. Son los seglares los realizadores primeros de la vocación original del hombre, destinado, como imagen de Dios, a “cultivar-cuidar-organizar” la tierra, como patria propia de los hombres, entregada a su cuidado para servicio de todos los hombres de todos los tiempos. Hacen presente y visible la «providencia» de Dios, que quiere que la tierra sea conservada y que sus productos lleguen a satisfacer las necesidades de los hombres todos.
a) Esto entraña, en primer lugar, tarea fundamental de los laicos, hacer que la naturaleza reconozca y se someta al único señorío del Hijo del hombre y que cumpla su destino original de servir a los hombres.
Para ello han de empeñarse en descubrir las leyes y valores propios del cosmos, los dinamismos que lo mueven y por los que se rige. Sería esta la labor de todos los que se dedican a las ciencias de la naturaleza, a conocer su configuración, su funcionamiento, sus características, los mecanismos que la mueven, las posibilidades de su transformación, de su mejoramiento incluso.
b) Entraña también, en segundo lugar, descubrir y dirigir los mecanismos por los que la naturaleza puede ser puesta el servicio de los hombres, cultivándola y guardándola para que sirva a todos durante todos los tiempos. Esto se traduce en un cultivo cuidadoso y no explotador o destructor de la madre-tierra, respetarla como espacio habitable para la humanidad, como lugar de la manifestación del cuidado amoroso del Padre Dios por todos los hombres.
«Es cierto que el hombre ha recibido de Dios mismo el encargo de ‘dominar’ la tierra y de cultivar el jardín del mundo; pero esta es una tarea que el hombre ha de llevar a cabo respetando la imagen divina recibida y, por tanto, con inteligencia y amor.