Barbastro

Irene Balasch Planas: «He aprendido a ser más paciente y más empática» 

La joven barbastrense Irene Balasch disfruta en Canadá de unos meses que la han transformado

Irene Balasch Planas ahora vive en Windsor, en Canadá. Foto: S.E.
Lola Gª Casanova
06 mayo 2024

Un número al alza. En los últimos años el número de personas oriundas de España, pero viviendo en otro país se ha disparado. Francia, Estados Unidos y México son las naciones donde el censo de españoles más ha crecido. Desde esta realidad, El Cruzado ha querido compartir con sus lectores la experiencia de cuatro vecinos. La joven Irene Balasch es una de estas personas.

Uno de los puntos más meridionales de Canadá lo encontramos en la ciudad de Windsor. Situada frente a la estadounidense urbe de Detroit y, entre ellas, el río del mismo nombre. Aquí vive Irene Balasch Planas quien con 16 años: “Nunca había estudiado en otros países”.

Ella logró una beca de la Fundación Amancio Ortega para cursar el equivalente a Primero de Bachillerato en Estados Unidos o las provincias anglófonas de Canadá. “No pude elegir población ya que en las bases de las becas se especifica que la organización adjudicará el destino a través de un sorteo ante notario y de forma aleatoria entre los participantes seleccionados”. 

Windsor se enclava en la Canadá anglófona, aunque Balasch detalla que “en este área existen bastantes colegios de habla francesa”. No en vano fue fundada por colonos franceses en el siglo XVIII.

Respecto a Canadá “lo que más me gusta son los escenarios y la naturaleza”. Y abunda: “Precioso todo”. A renglón seguido añade: “Lo que menos, las infraestructuras. Aquí tienes que ir en coche a todos lados, necesitas un vehículo, las aceras se encuentran muy poco desarrolladas. No puedes ir andando a ningún sitio”.

En cuanto al país y su relación con España no existe mucha información: “Aquí mucha gente no sabe señalar España en un mapa o piensan que está en México. Normalmente, si les preguntas qué saben de España, te dicen Madrid o Barcelona y ya ahí se acaba todo”.

Tras casi un curso escolar, (comienzan las clases en el mes de agosto), califica su adaptación de “perfecta”. Aunque confiesa que al principio no se sentía preparada “y tenía grandes dudas porque me parecía muchísimo tiempo. Pero en cuanto me monté una rutina, el tiempo comenzó a pasar rapidísimo y ahora no me puedo creer que solo me queden dos meses para regresar”.

En su instituto apenas ha encontrado otros estudiantes de intercambio, por lo que se ha metido más en la cultura canadiense y en la lengua inglesa. “Los amigos, mi familia de acogida, mis profesores… Todos han convertido estos meses en una experiencia única y magnífica”.

Como consejo a otros estudiantes les recomienda que “hablen mucho, que tengan en cuenta que va a haber subidas y bajadas de ánimo y que trabajen”. Ella está disfrutando absolutamente de todo “hasta de la clase más aburrida. He aprendido muchísimo de mí misma y me encanta la persona en la que me ha convertido esta experiencia. He aprendido paciencia, empatía y a vivir al máximo”.

El resumen de esta vivencia: “Lo más positivo: la gente, sin duda. Solo con pensar en la despedida me pongo triste”.

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