Una de las mayores preocupaciones durante el período estival en las familias con menores pasa por organizar las largas vacaciones escolares con las semanas festivas laborales de sus progenitores. El pueblo y los abuelos se han convertido en un clásico para quienes dispongan de la suerte de contar con alguno de ellos. La oferta privada se ha ampliado en los últimos años, intentando dar solución a unos padres y madres que hacen bolillos para conciliar con un presupuesto razonable.

Ahí entra la Administración pública, como debe ser. Barbastro dispone de un servicio de ludoteca asequible, con un horario lo suficientemente amplio. Muchos otros pueblos también llevan varios años con una oferta de campus lúdicos que permiten a los padres cumplir sus obligaciones laborables y, en muchos casos, a los abuelos descansar unas horas. Campus que se suman a la veterana oferta deportiva de la Comarca de Somontano, digna de alabanza por la variedad y extensión.

Afortunadamente, hace tres años se puso en marcha un plan estatal, que dota de cierta financiación a los ayuntamientos para poder impulsar esas ludotecas. En Somontano, tocan a 1.600 euros por pueblo. Una cantidad insuficiente para cubrir casi cualquier gasto de unas ludotecas que, como debe ser, cuentan con personal cualificado. Una ayuda que, en cualquier caso, permite a muchos pequeños municipios ofrecer un servicio que –y no hacen falta más argumentos que los aportados– se torna imprescindible para conseguir conciliar vida familiar y laboral.

Un objetivo que se alcanza a trancas y barrancas, de esos con los que se llenan bocas, con mensajes políticos bienintencionados, pero vacíos. El trayecto es largo y la sensación que queda en muchos progenitores: que no se hace lo suficiente, que el mercado laboral y la situación social y familiar no caminan de la mano por la misma senda.