La presencia de las montañas, la montaña, en las páginas de este periódico ha sido una constante a lo largo de su historia y en este número se evidencia. No solo con el protagonismo de la nieve, y con ella de una nueva temporada de esquí, sino con los proyectos y preocupaciones que hoy tienen como epicentro a nuestro Pirineo.
¿Son las estaciones de esquí, sus pretendidas ampliaciones o una candidatura olímpica las herramientas para un futuro sostenible y viable en un territorio de los de la España vaciada?
El Observatorio Pirenaico de Cambio Climático (OPCC), iniciativa transfronteriza de cooperación territorial en materia de cambio climático de la Comunidad de Trabajo de los Pirineos lanzada en 2010 bajo la presidencia de Midi-Pyrénée, alerta del aumento de la temperatura media en los Pirineos en los últimos 50 años.
El futuro, aseguran, será menos blanco, sobre todo en cotas altas, y se acortará la temporada de esquí. En la presentación para los premios Oru Fogar, el OPCC repasa los diez desafíos del cambio climático en el Pirineo y sitúa en 2050 un panorama con un 50 por ciento menos de espesores medios y un mes menos de permanencia de la nieve en el suelo.
En la montaña y en el llano, las opiniones están divididas. Algunos consideran la ampliación de Cerler hacia Castanesa el remedio para sostener el turismo – que ha llenado los valles durante el puente festivo– y complementar rentas vinculadas al sector primario, ayudando así a minorar la despoblación.
Otros cuestionan las millonarias inversiones públicas, al tiempo que advierten del riesgo de matar la gallina de los huevos de oro, y las organizaciones ecologistas denuncian que el proyecto choca con la lucha contra el cambio climático. Los que frecuentan las montañas, salvajes y frágiles, saben bien lo que han cambiado.
Queda por ver qué mutaciones podrán soportar en el futuro.