José Antonio Orús cuenta con un recopilatorio de sus pregones escritos desde 1981 a 2011. Textos que él componía y declamaba en las fiestas de Naval en honor de la Virgen de los Dolores.
¿Cómo empezó su relación con los pregones?
Todo esto comienza con mi abuela, quien me hablaba de los dichos que, en aquel entonces, se recitaban para las fiestas de san Sebastián. Tras la Guerra Civil, no se recuperaron, pero yo sabía de su existencia.
Años después, a Naval vino destinado un cura joven, Antonio Mozás y él, en 1974, escribió el primer pregón que recité yo. Me escogió porque había confianza. Y así lo hicimos un par de años. Entonces ya se había trasladado la fiesta mayor desde enero a los Dolores, en septiembre.
Y, ¿qué sucedió después?
Se perdió, pero había quedado el gusanillo y en 1981 retomamos la idea con Ernesto Agraz. Escribía él y yo, de nuevo, declamaba. Y, al cabo de unos años, me quedé como Juan Palomo… “yo me lo guiso, yo me lo como”. Y así hasta 2011.
Parece una aventura arriesgada expuesta a enfados y malentendidos.
Uno debe conocer los límites de cada persona. Yo comencé a sacar algo de punta, aunque no de forma mordaz. Nunca he pretendido herir sino más bien sacar una moraleja y servir de recordatorio. Y aunque alguno se pudiera revolver un poco en su sitio, nunca he tenido ningún problema.
Podemos conocer la historia de un pueblo por sus pregones.
Hablar de historia resulta excesivo… Pero sí se trata de un recorrido que señala los hitos más destacados en la vida de un lugar. Por ejemplo, aquí durante años se habló del salinar y de las piscinas. Sirven para ver qué acontecía y cómo se resolvieron los asuntos.
¿Por qué llegan estos pregones a ser publicados en aragonés?
Yo, que sabía que la gente guardaba los pregones, edité un primer libro pensando en los de Naval. Años más tarde, a través de Alberto García Trell, profesor de aragonés, me proponen esta edición.
Pero usted no lo escribe en aragonés normativo, sino en el habla de Naval.
Y ha resultado un trabajo arduo y un desafío. He tenido que adaptar las rimas. Además, en medio de la edición, la Academia de la Lengua Aragonesa cambió algunas normas y hubo que rehacerlo. También marqué unas líneas rojas. Por ejemplo, en aragonés se escribe Dolors, pero aquí en Naval decimos siempre Dolores y por ahí no podía pasar.
Con dos libros de pregones, ¿con cuál se queda?
El primero me llenó de ilusión por la novedad. Pero este, sin duda, ofrece una edición más cuidada y profesional.
Ahora, ¿en qué trabaja?
En un tema de demografía infantil. Arrancó por el interés que muchos franceses mostraban por su árbol genealógico. Preguntaban en el ayuntamiento y yo lo intentada resolver buceando en los archivos. Abarco 150 años de demografía infantil en Naval desde 1875. Recordemos que aquí hubo hospicio y que, a falta de tierras de labranza, los gremios contaban con una gran importancia. Hay años en los que nacían hasta 80 bebés, pero existía una mortalidad altísima.
Me ha recibido con un ejemplar de El Cruzado Aragonés de mayo de 1973.
Me tocó la mili en Melilla. Y una familia de aquí me mandaba El Cruzado para que estuviera informado y me empapaba de él. Este es el último que recibí.