La metáfora de la “orquesta diocesana” ha resultado una imagen poderosa utilizada para ilustrar la estructura y el funcionamiento de la Diócesis de Barbastro-Monzón en el contexto de su reestructuración pastoral.
Esta imagen no solo facilita la comprensión de la organización diocesana, sino que también resalta la importancia de cada miembro de la comunidad en la misión común de la Iglesia. Al igual que en una orquesta, donde cada instrumento es vital para la sinfonía, en la diócesis cada miembro, ya sea laico, consagrado o ministro ordenado, tiene un papel único e insustituible.
En esta “orquesta”, Jesucristo es el verdadero director, quien guía cada acción y asegura que todos trabajen en armonía siguiendo la “partitura” de la Palabra de Dios. Esta metáfora subraya la importancia de la unidad y la coordinación en la misión evangelizadora de la diócesis, recordando que cada uno tiene un rol específico que cumplir para que la sinfonía suene plena y armoniosa.
La diócesis se compone de tres grandes “familias”: los laicos, los consagrados y los ministros ordenados. Cada una de estas familias tiene un rol particular en la misión de la Iglesia. Los laicos, por ejemplo, son los encargados de la evangelización en el ámbito familiar, laboral, cultural y social, integrando la fe en todos los aspectos de la vida cotidiana y actuando como testigos del Reino de Dios en el mundo.
Los consagrados, por su parte, son “parábolas vivientes” del Reino, siguiendo a Cristo en pobreza, castidad y obediencia, y sirviendo como un signo visible de la trascendencia de Dios en la vida diaria.
Finalmente, los ministros ordenados (obispos, sacerdotes y diáconos) actúan como pastores, guías y líderes espirituales, presidiendo la comunidad cristiana, celebrando la Eucaristía y asegurando la distribución del pan de la Palabra, la Eucaristía y la ternura de Dios.
Cada miembro aporta su “timbre” particular, es decir, su vocación y carisma, para crear una comunidad diocesana fuerte, unida y llena de vida espiritual.