Manuel Blasco se licenció en Empresariales, pero tenía claro que quería trabajar en el Somontano, y lo consiguió. “Hace cinco años aproximadamente me seleccionaron para el puesto de responsable del Grupo Enate, que consiste en organizar todas las actividades turísticas de ambas bodegas (Enate y Laus). Por ello, una de mis labores consiste en hacer de guía. Por un lado, de las personas que vienen de un ámbito más comercial y por el otro, de los turistas. Les hablamos de la bodega, pero, sobre todo, de nuestro territorio”, explica.
Confiesa que su parte favorita de este oficio se centra en la relación con las personas. “Siempre intento ser el mejor anfitrión de nuestra tierra. Me gusta mostrarles la belleza de nuestro entorno y que ellos me hablen del suyo”, declara. Precisamente, adora el momento de la charla final “en la que se comparten más historias y los visitantes se abren más. Aunque el inicio, el momento de darles la bienvenida, también me gusta”.
Y es que precisamente Blasco relata que los turistas “se quedan enamorados de la gente del Somontano. Somos muy acogedores y eso les sorprende; nuestra disposición a atender, complacer… Por otro lado, descubren que en un territorio tan pequeñito tienen muchas cosas que hacer o visitar. Por eso muchos repiten”, cuenta.
Este verano lo califica como “atípico. Nos hemos dado cuenta de que en agosto ya no recibimos tantas visitas, pero éstas han aumentado en los meses de septiembre, octubre y noviembre. Este cambio lo hemos observado después de la pandemia. Hemos estado unos años que desconocíamos el patrón de movimiento de la gente y ahora nos hemos dado cuenta de que se retrasa todo un poco. Quizás por las altas temperaturas del verano…”.
Pero esta temporada, como siempre, les ha dejado algún que otro buen recuerdo. “Desde hace varios años realizamos una pequeña demostración de la vendimia con Valentia. Primero recogemos la uva y después la pisamos. Este año me fijé en que dos de los participantes no se animaban a pisarla. Así que decidí probar yo mismo a ver si así los alentaba. Y efectivamente, cuando vieron que yo me mojaba y ensuciaba, se metieron también. Cuando les pregunté que por qué no se atrevían, uno de ellos me respondió que había venido vestido muy elegante como para pisar la uva y estropearse el conjunto de ropa”, recuerda con una sonrisa Blasco.