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Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
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La lógica del don

Pedro Escartín Celaya A cuatro manos
17 octubre 2024

Ya hace quince años que el papa Benedicto ofreció a todos los hombres de buena voluntad su tercera encíclica, centrada en “el desarrollo humano integral en la caridad y en la verdad” (Caritas in veritate). En sus primeras páginas afirmó que “la caridad va más allá de la justicia”, pero la reclama, porque “no puedo “dar” al otro de lo mío sin haberle dado en primer lugar lo que en justicia le corresponde”. Una observación muy aguda y necesaria para no confundir ni sustituir la justicia social con la beneficencia o el voluntariado.

Al hablar del desarrollo económico, Benedicto fija su atención en dos elementos imprescindibles de la vida económica en los tiempos actuales: por una parte, el mercado, que “permite el encuentro entre las personas, como agentes económicos que utilizan el contrato como norma de sus relaciones y que intercambian bienes y servicios de consumo para satisfacer sus necesidades y deseos”, y que está sujeto a los principios de la llamada justicia conmutativa; y por otra parte, el Estado o la política, a la que corresponde asegurar la justa distribución de los bienes producidos. “La vida económica –dice el Papa– necesita igualmente leyes justas y formas de redistribución guiadas por la política”. Cuando, en los albores de la era industrial, el Estado fue remiso a la hora de ejercer su responsabilidad reguladora, provocó el estallido de la “cuestión social”, que desde finales del siglo XVIII dio origen a las reivindicaciones de la revolución del proletariado.

En la época actual, marcada por la globalización, Benedicto llama la atención sobre la “lógica del don”, que no sustituye al mercado ni a la política, sino que las completa: “Indudablemente, la vida económica tiene necesidad del contrato para regular las relaciones de intercambio entre valores equivalentes. Pero necesita igualmente obras caracterizadas por el espíritu del don. La economía globalizada parece privilegiar la primera lógica, la del intercambio contractual, pero directa o indirectamente demuestra que necesita a las otras dos, la lógica de la política y la lógica del don sin contrapartida. … Mientras antes se podía pensar que lo primero era alcanzar la justicia y que la gratuidad venía después como un complemento, hoy es necesario decir que sin la gratuidad no se alcanza ni siquiera la justicia”.

Bienvenida sea, pues, la Feria del Voluntariado, celebrada hace pocos días en nuestra ciudad, si ha ayudado a profundizar en esa imprescindible lógica del don. Quien quiera saber más sobre este asunto que considero vital, aunque a alguno pudiera parecerle secundario, le recomiendo que lea al profesor de la Universidad Ramón Llull de Barcelona, Francesc Torralba, en su precioso y sugerente libro La lógica del don.

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