La visita al cementerio y el recuerdo de los seres queridos ya fallecidos queda claro con la llegada de Todos los Santos, pero ¿cómo convivir con la extensa proliferación de otras celebraciones?, ¿qué es Halloween y qué implica? y ¿las ánimas?, ¿vale todo?
Según explica el profesor e investigador José Antonio Adell, en el siglo IX la Iglesia Católica instaura la fiesta de Todos los Santos con el fin de recordar y honrar a las personas que han alcanzado el Cielo. La iniciativa parte del rey francés Luis el Piadoso quien le pide al papa que la ya instaurada fecha de Todos los Mártires se transformara en Todos los Santos.
Junto a esta celebración, en el siglo XI se introduce la celebración de los Fieles Difuntos, jornada de recuerdo de los fallecidos a quienes se rememora con la visita a los cementerios y las flores. Y en esa noche, en el tránsito del día 1 al 2 es cuando en Aragón se celebra la Noche de Ánimas.
Ánimas y Halloween
Las ánimas ofrecen el carácter tradicional. Para los cristianos, al fallecer una persona, su alma irá al Cielo, al Infierno o al Purgatorio. No obstante, la creencia popular señalaba que algunas almas se quedaban junto al cuerpo y, en esa noche concreta, podían salir y vagar. El objetivo de los vivos era impedir que se quedasen entre ellos. De ahí que colocaran calabazas en las repisas de las ventanas o en los caminos para engañar a las almas en pena diciéndoles que esa vivienda ya estaba ocupada por otra alma o que, los jóvenes, tocaran las campanas durante toda la noche. “Todo se rodeaba de un componente festivo –sobre todo los muchachos que pasaban las horas en vela tañendo– o las historias que se contaban sobre la muerte y las almas”, indica Adell.
Esta celebración de raigambre también ha ganado en vigor en los últimos años impulsada desde Radiquero y con importante presencia en otros puntos de Aragón como Trasmoz, Piedratajada o Lupiñén. A esta costumbre propia, la ha desplazado con fuerza Halloween (que se vive del 31 de octubre al 1 de noviembre).
Recuerda Adell que su origen se remonta a las fiestas celtas que los emigrantes irlandeses católicos llevaron a Estados Unidos. “La fuerza del cine, la televisión y ahora, qué duda cabe, del mercado, la han popularizado y está presente por todas partes”, opina. Para él, se trata de una fiesta sobre todo comercial, “ajena a nuestra tradición”.
¿Celebrar Halloween?
En los últimos tiempos ha surgido una corriente entre los católicos que piden no celebrar Halloween. Aducen que exalta la cultura de la muerte y el ocultismo. De hecho, ha perdido su esencia cristiana y parece centrada en el terror.
No obstante, Adell incide en que nos encontramos en un escenario multicultural. “Yo, como católico, opino que si la fiesta se queda solo en unos niños disfrazados que piden golosinas… no creo que haya que ir más allá. Las diferentes fiestas tendrán que convivir”.
Juan José Herrera, sacerdote de la Unidad Pastoral de Barbastro, explica que esta fecha adquirirá el sentido que le imprimamos. Y utilizando unas palabras del también presbítero Fernando Bonilla expone: “Halloween como nuevo día del niño. Es su nuevo nombre. Darle fuerza el elemento positivo resulta más invasivo que remarcar una connotación negativa que sólo los expertos saben”. La mayoría lo ve como una fiesta para rendir homenaje a los niños y no una noche para darle culto a Satanás. “Un niño piensa en dulces y no en el Diablo”, apostilla. Y aboga por eludir la confrontación y el rechazo total.
De todos modos, insiste en que esto tampoco implica aceptarlo todo. “No podemos negar que algunos aprovechan esas fechas para hacer el mal. Y, en general, el mundo quiere eliminar el valor de lo sagrado. Por ello, como Iglesia afrontamos el gran reto de evangelizar todos los ambientes, también estas fiestas. Como cristianos debemos ser conscientes de los límites que implica nuestra fe y tener claro que no todo vale y que existen asuntos que no podemos aceptar. Aquí entran prácticas como el reiki o el tarot, que no son compatibles con nuestra fe”.
¿Dónde depositar las cenizas?
En cuanto a la celebración de Todos los Santos también recuerda que los restos de los difuntos católicos deben descansar en terreno santo, es decir, en cementerios o columbarios en iglesias. Así, en 2016 el papa Francisco publicó Ad resurgendum cum Christo (Para resurgir con Cristo), redactada por la Congregación de la Doctrina de la Fe.
En esta instrucción se explica cómo conservar las cenizas, en la que prohíbe que se esparzan en la naturaleza o se guarden en casa, como mucha gente hace. Según el pontífice, los restos incinerados deben “mantenerse en un lugar sagrado”. En concreto, “en el cementerio o, si es el caso, en una iglesia o en un área especialmente dedicada a tal fin por la autoridad eclesiástica competente”.
Enterrando los cuerpos de los fieles difuntos, la Iglesia confirma su fe en la resurrección de la carne, y pone de relieve “la alta dignidad del cuerpo humano como parte integrante de la persona con la cual el cuerpo comparte la historia”.