Barbastro

Ascensión Hernández: «A veces, los arquitectos que restauran llegan a inventarse elementos»

El pasado viernes 8 concluyó el XIV Ciclo de Arte Románico con una reflexión acerca de la restauración de edificios históricos. Hernández estudia este tema desde su tesis doctoral y explica ejemplos en la arquitectura medieval aragonesa

Ascensión Hernández visita esta tarde Barbastro. Foto: S.E.
Ruth Zamora
13 noviembre 2024

Ascensión Hernández, doctora en Historia del Arte, protagoniza la última de las charlas del XIV Ciclo de Arte Románico, que tuvo lugar el pasado viernes 8 en el Museo Diocesano. A partir de las 19’30 horas, planteará el tema Realidad e invención en la arquitectura medieval aragonesa.

Un título llamativo, ¿no es verdad todo lo que vemos en la arquitectura medieval?

He querido provocar la curiosidad sobre un tema fascinante: la arquitectura medieval aragonesa. Pero la charla tiene que ver con las investigaciones que he desarrollado desde mi tesis doctoral sobre el arquitecto Ricardo Magdalena Tabuenca. Como otros, se dedicó a la restauración, con intervenciones importantes como la del claustro de San Pedro el Viejo, en Huesca. En mi estudio, descubrí que, en sus intervenciones, como en otras de colegas que le preceden, se podría hablar de partes inventadas, que responden más al gusto del siglo XIX que al edificio original. Así que nos encontramos con edificios que pensamos que son medievales pero que, en algunos casos, responden a procesos muy profundos de transformación, de restauraciones que han modificado su aspecto y le dan la forma que tienen hoy. 

¿Cómo eran, pues, esas intervenciones?

Seguían un proceso. El Estado debía declarar al edificio Monumento Nacional para poder restaurarlo con fondos públicos. Y el proyecto se encargaba, generalmente, a arquitectos de la provincia o que trabajaran para el Estado. Fue el caso de Magdalena, arquitecto municipal en Zaragoza y del Ministerio de Fomento. Esos proyectos recogían documentación complementaria, como cartas, noticias de prensa… Los historiadores aplicamos el método llamado criterio de autenticidad, comprobando lo que se hizo con toda esa documentación, como pasó con San Pedro el Viejo. Y así somos capaces de determinar qué parte es verdaderamente original y cuál se debe a intervenciones posteriores.

¿Llegando a la invención?

Hablo de invención porque, a veces, los arquitectos que restauran un edificio lo interpretan y, en algunos casos, llegan a inventarse elementos. En buena fe, con la idea de completar lo que faltaba o cómo debería haber sido porque, estudiando la época, la arquitectura se componía de esas mismas características.

En un proceso de restauración se debe apreciar qué se arregla y qué no. 

Siempre se han restaurado monumentos. Incluso consta que el faraón Seti I colocó un apoyo en una escultura de Ramsés y se indicó en una cartela. Pero la conciencia de que se trata de una práctica moderna llega en el siglo XIX, cuando nace también el concepto de patrimonio. Actualmente, el criterio se establece en la legislación. Se asume que lo ideal es preservar y si se restaura, en material contemporáneo, con una notoriedad visual. Y la Carta de Venecia, de 1964, establece de manera taxativa que no podemos engañar al público. 

Así que, en la charla, comentaré edificios restaurados entre finales del siglo XIX hasta la llegada de la democracia, cuando se seguía el criterio de la mímesis: hacer olvidar que ha tenido lugar una intervención, ocultando los daños. Se considera que la belleza del edificio reside en la unidad formal. El gran damnificado fue el arte barroco. 

En Barbastro se encuentra el ejemplo de la Catedral, en la que el arquitecto Manuel Lorente Junquera, que la transformó profundamente eliminando, entre otras cuestiones, el coro. 

Pero no se trata de condenar el pasado como si estuviera equivocados per se. Gracias a muchas intervenciones se conservan edificios, los arquitectos se enfrentaron a ruinas. Ahora tenemos que intentar comprender qué ha sucedido y difundirlo al público. También eliminar prejuicios de que si no es medieval, no es hermoso. El conocimiento nos permitirá disfrutarlo de manera más enriquecedora.

¿Existe algún elemento que consideremos medieval y haya sido fruto de esas restauraciones?

Quizás se trate más de sutiles detalles. Por ejemplo, en la arquitectura del prerrománico aragonés o románico lombardo, con las lesenas. Estos arquitos doblados que aparecen en la parte superior de los muros. Puede que estuvieran o no. En la iglesia de San Caprasio de Santa Cruz de la Serós, solo quedaba el ábside y Chueca Goitia lo restauró reproduciendo los arquitos en todos los muros, pero no sabemos si estaban o no. Lo que sí constituye una constante la eliminación de los revocos de los muros. Los edificios medievales nunca lucían la piedra a la vista. Cuando se arrancaron las pinturas murales, para conservarlas en los museos, se quitaron los lucidos para que se viera la piedra.

Pero aquí también influye el gusto de la época. Y en el siglo XX se encuentra decididamente condicionada por la visión de los arquitectos del movimiento moderno, del funcionalismo, que exaltaba el material en su autenticidad. Pasa en el monasterio de Obarra o en la catedral de Roda de Isábena.

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