En este tiempo jubilar, os comparto este decálogo que nos puede servir como guía para vivirlo con intensidad:
- Diócesis milenaria y martirial cuyas raíces cristianas son nuestra herencia espiritual. Nuestros antepasados y nuestros mártires han testimoniado su fe con valentía y humildad.
- Diócesis que vive su fe en comunidades cristianas, parroquias, reestructuradas en unidades pastorales, que son espacios de encuentro y acogida para todas las personas.
- Diócesis misionera, en salida: salimos al encuentro de los más vulnerables, envejecidos y solos, a través de los sacerdotes, religiosos y animadores de la comunidad.
- Diócesis que confía en los jóvenes: Los enviamos como apóstoles de calle. Iniciativas como las “Noches Claras” y el Proyecto de Pastoral Juvenil Vocacional les ofrecen un encuentro personal con el Señor invitándoles a opciones de vida.
- Diócesis ecológica, comprometida con el cuidado de la creación: Nuestro bello espacio natural nos llama a ser guardianes responsables de nuestra casa común.
- Diócesis mariana: Nuestros santuarios dedicados a la Virgen María son faros de esperanza que invitan a los peregrinos del espíritu a buscar consuelo y sentido.
- Diócesis reconciliada y unificada: Trabajamos por la comunión y la corresponsabilidad, superando diferencias y construyendo puentes entre parroquias, movimientos y realidades pastorales.
- Diócesis familia de familias: Queremos pasar de ser una iglesia “bazar de lo sagrado” a comunidades verdaderas que son escuelas de amor y esperanza, formando generaciones que encuentren en la familia el valor más seguro.
- Diócesis orante, en espíritu y verdad: Nuestro patrimonio religioso nos conduce a Dios. La oración personal y comunitaria es fuente de fortaleza espiritual para la vida diaria.
- Diócesis humilde y pobre, pero exultante de alegría en su misión. Que la Virgen de la Esperanza, venerada en la ermita del Entremuro de Barbastro, la única talla con esta advocación en nuestra diócesis, y el testimonio de nuestros mártires, intercedan por nosotros.