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Ildefonso García Serena Al levantar la vista
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2025, ¿un mal año?

Ildefonso García Serena Al levantar la vista
20 enero 2025

El año 2025 ha comenzado con los peores augurios y previsiones, según las noticias de prensa. Sin que pueda decirse con ello que los medios de comunicación mientan o exageren para engañarnos, lo que no es el caso, sostengo que la realidad que nos presentan siempre es muy limitada y parcial. Para un periódico una gran noticia publicable es que un señor ha mordido a un perro, y no al revés.

Malas noticias haberlas, haylas, pero su efecto psicológico se multiplica porque a la realidad actual se le añaden las malas noticias que nos podrían llegar a pasar, pero que no pasarán; o sea, es un atiborramiento de malas expectativas. Aparte de las guerras en el mundo –ahora hay unas ochenta, casi todas en África, además de las grandes de Ucrania y Palestina– todo se convierte en una probabilidad catastrófica. Yendo a lo que más nos preocupa en España, algunas cosas ya podemos dar por descontado que van a seguir estando igual de mal o incluso van a empeorar. Les ahorro el catálogo de problemas sin resolver empezando por los generados por los mismos encargados de acabar con los problemas.

Afortunadamente, también hay expectativas de buenas noticias; incluso de vez en cuando sale una muy buena que hace feliz a un colectivo. A mí me parece que la gente se muere cada vez más mayor, por lo que leo en las esquelas y confirman los datos de buena o excelente longevidad. Japón y España a la cabeza. Y creo que los servicios sociales –públicos la mayoría y algunos privados– llegan a casi todos los que lo necesitan, es decir, los que antes vivían en las calles o a la intemperie. Y eran muchos no hace tanto. Hoy consideramos pobres de solemnidad a gentes que antes no lo eran, porque el listón del nivel de vida ha subido y es inhumano hoy vivir sin calefacción. Aun así, no tenemos todavía una renta básica suficiente para los casos más desesperados, algo que puede pasarle a cualquiera, pero seguramente pronto puede haber una prestación así, aunque ese tema es muy polémico y se entiende que lo sea.

Todo eso no debería ser de derechas o de izquierdas, sino bueno para todos, a secas, y a fin de cuentas, lo del capitalismo de mercado con estado social –y con impuestos progresivos– no es tan mala idea como invento. Sobre todo recordando nuestra propia Historia y la Guerra Civil. El caso es que vamos avanzando. La carta a los Reyes Magos o al Estado hoy sería infinita en demandas, y tiene que tener sus límites, pero poco a poco –tan lentamente que no lo notamos de un año a otro– tengo la impresión de que en lo sustancial –lo básico para no volver al pasado– estamos mejor. Sin embargo, hay quien sostiene que nuestros nietos en el futuro vivirán peor que nosotros. Y yo voy a decir lo contrario; creo que vivirán de otra manera, con otros valores, con otros problemas, con otros miedos; nos sería imposible comparar, lo cual además de imposible, no tiene sentido.

Lo previsible y lógico es que el bienestar de nuestros nietos –medido con estadísticas reales y no solo con emociones, recuerdos y nostalgias personales– no necesariamente será una vida peor. Usted y yo –¡no nos confundamos!– si tuviéramos que vivir con las cosas que ellos vivirán, tal vez lo percibiríamos como una vida infeliz. Pero eso sería falso, un espejismo, porque los seres humanos somos las emociones que recordamos y las emociones del pasado traicionan la realidad estadística.

Lo que sí me preocupa de verdad es que ellos, nuestros nietos, no vivan su vida con libertad. Me parece que el mundo está cambiando y que la libertad se está viendo amenazada donde existe, que es en pocos países. Muchos de los que han nacido en ella dan por sentado que la libertad existe gratis como existe el aire que respiramos. Y no es verdad, ni en un caso ni en el otro. Ambos se pueden perder y no es imposible que ello suceda. Yo creo que, en general, el futuro estaría muy bien si no lo estropea la estupidez y la locura concentradas en una minoría de individuos de nuestra especie humana.

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