La pandemia por covid tomó al mundo por sorpresa ante los ojos de millones de personas de todo el planeta y de sus gobernantes.
Personalmente he visto la escena de la pandemia desde un sitio preferente, la he visto desde el palco, he visto la escena que sigue todavía aquí, a poco más de un año y medio después de que un virus desconocido entrara en nuestro sistema, en nuestras vidas, y nos obligase a cambiar protocolos, a cambiar la forma de trabajar y hasta la forma de relacionarnos. Desde este palco, he visto cómo se han tomado decisiones que afectarían a todo el sistema sanitario del mundo, he vivido de primera mano una crisis sanitaria para la que nunca nos prepararon en la universidad y que vino sin instrucciones.
El año que despedimos ha sido una continuación del anterior, con un virus que se ensañó con los más vulnerables, los ancianos, las personas institucionalizadas y las personas con patologías crónicas o graves, pero, afortunadamente, comenzábamos el año con el mismo virus, pero en distinto escenario, con la llegaba de las vacunas, la única herramienta contra el virus.
A día de hoy en España el 92% de la población mayor de 12 años está vacunada contra el covid y el 89,9% con pauta completa. Aun así, en la zona de salud de Barbastro tenemos una incidencia acumulada de 3.045 casos confirmados, 40 fallecidos, 23 ingresados en planta y 3 pacientes en UCI.
La última “versión” del virus, la OMICRON nos ha puesto a España y a Europa en el centro de la pandemia, con un estallido de contagios que gracias a esta alta tasa de vacunación no se traduce en más muertes ni en más ingresos hospitalarios, por lo que hay menos pacientes graves que en otras olas de la pandemia.
Los profesionales sanitarios nos hemos esforzado más que nunca para hacer frente a esta emergencia sanitaria con compromiso y profesionalidad, y no, no somos héroes, somos humanos, humanos con un trabajo de vocación, humanos con familia, humanos que también enferman de covid, profesionales que están llegando al límite de su capacidad de trabajo, al límite de su capacidad física y, sobre todo, al límite emocional.
En medio de esta vorágine de contagios, protocolos, estrategias que van cambiando según evoluciona la pandemia y restricciones… me vienen a la cabeza una serie de preguntas que cada uno de nosotros, de forma individual, podríamos reflexionar cuando estemos pidiendo los deseos para el nuevo año. Aquí van algunas de ellas,
– ¿Qué estamos dispuestos a sacrificar para lograr salir de esta crisis?
– ¿Hemos aprendido algo de la pandemia?
– ¿Podremos mejorar algo en el futuro después de esta experiencia?
– ¿Estamos tomando conciencia de la fuerte sanidad pública que tenemos?
Personalmente, y después de leer cientos de artículos que nos inundan estos días sobre si el final del covid está cerca o no, resalto una frase que me ha gustado mucho y espero que se nos quede grabada por mucho tiempo: “Esta pandemia ha puesto en valor que nuestras necesidades son pocas y bien definidas…” Quizá la principal oportunidad de esta pandemia ha sido aprender la lección.
Mi deseo para el 2022 es… un año con muchas lecciones.
Gracias a todos los profesionales sanitarios del sector de Barbastro por ser y estar.