La Ferieta de Aínsa es una de las más antiguas de Aragón. Su origen se remonta al siglo XI. Pero como todos los eventos tuvo momentos de decadencia. Luis Lascorz, presidente de la Asociación Aragonesa de Ganaderos de Bovinos de Raza Pirenaica (ASAPI), recuerda “de crío” que la plaza Mayor de Aínsa era un hervidero de expositores. “Siempre habíamos visto la Ferieta con maquinaria, vendedores ambulantes. Desde uno que venía sábanas y abrigos hasta turrones artesanos. Antiguamente era el sitio donde los criados esperaban ser contratados por nuevos amos”, enumera. También hace memoria del declive que sufría a finales del siglo XX.
El primer fin de semana de febrero del año 1998 no hubo nada. Sin embargo, la gente de los pueblos seguía bajando a la plaza. Al salir de la tradicional misa se juntaban formando un corro y “charraban” sobre la Ferieta. Uno de esos grupos estaba formado por varios ganaderos, entre ellos Luis Lascorz. Decidieron que podría ser buena idea recuperar tan mítica festividad y se preguntaron: “¿Por qué no volvemos a hacer la exposición de ganado?”
“Nos bajamos de manera muy cutre cuatro vallas y pusimos ahí las vacas. Yo estaba empezando con la recuperación de las razas autóctonas de la zona, como la Pirenaica, y vimos ahí un buen momento para exponer”, señala. Al año siguiente, dieron un impulso más grande y organizaron una exposición más amplia combinada con charlas y conferencias. “Sobre todo eran expertos de las gallinas o de las vacas. También nos encargamos de regalar pequeñas carrascas a los visitantes, símbolo de Aínsa y del Sobrarbe. De hecho, hicimos una labor de divulgación por los centros escolares”, explica Lascorz.
Vínculo con los productores
Se trata de un evento que cada año reúne a miles de personas en la plaza Mayor de Aínsa. Desde el mundo ganadero, supone uno de sus puntos álgidos con las subastas de animales. “Sirve a modo de acicate para que haya transacciones en las ferias. Gran parte de la recuperación de las razas autóctonas es gracias a estas ferias. Hoy en día el ganadero tiene que defenderse de los ataques que sufrimos”, añade.
Haciendo memoria, Lascorz recuerda que las ediciones de 2011 y 2012 llegaron a colapsar el casco antiguo de la villa. “En el parking no cabía un alfiler. Tuvo que venir la Guardia Civil para redirigir el tráfico. El buen tiempo hizo que hasta 11.000 personas vinieran a la Ferieta. Eso un domingo de febrero tiene mucho mérito”, comenta orgulloso. Siempre han fomentado la venta directa, de kilómetro cero, “porque es la que más apoyo nos da y la clave es que haya relación entre consumidor y productor”.
Para este año, la organización calcula que se alcanzará el centenar de expositores, una cifra similar a la de 2020. Las expectativas son altas en una Ferieta que vuelve a la plaza Mayor tras el parón del año pasado obligado por la pandemia. “Creemos que junto a la Expoferia y a la feria de otoño Follarasca, este evento logra atraer la atención de habitantes y turistas. Apoyar a los productores y dinamizar la oferta cultural en épocas más tranquilas desde el punto de vista turístico”, declaraba el alcalde, Enrique Pueyo.