La inquietud estos días en los medios de comunicación está en si Rusia decidirá invadir Ucrania y en la respuesta que darán Estados Unidos y la OTAN.
Verdaderamente impresionan las imágenes que vemos en la tele de las armas que se están preparando para el caso ¿posible? de esta invasión. Cazas, bombarderos, aeronaves, acorazados, fragatas, etc., se ven preparados para intervenir.
Y una, que llega justo a fin de mes con su presupuesto se pregunta cuánto han costado a los españoles, y también al resto de países, cada uno de esos impresionantes aparatos que nos muestran las imágenes. Seguro que algo más que mi pensión de funcionaria jubilada.
Y una, que es voluntaria de Manos Unidas y ha visto en primera persona como vive la gente en los países del Tercer Mundo, piensa en cuantos proyectos de desarrollo se podrían financiar con uno solo de esos aparatos y cuanta hambre se podría saciar.
Desde la crisis económica del 2008, el presupuesto para la Cooperación Internacional al Desarrollo ha ido disminuyendo paulatinamente hasta rebajarlo un 75% de lo que se destinaba hasta esa fecha.
Solo un par de países en Europa destinan el 0,7% de sus presupuestos como se acordó a nivel mundial. En España no llegamos ni siquiera al 0,2% y rebajando un poco cada año.
Supongo que para Defensa no hay rebajas de presupuesto. Si no, no se podrían adquirir esos monstruos de aparatos
Pensando en lo que posiblemente se avecina en Ucrania, mi mente va hacia los que verdaderamente pagarán las consecuencias de estas acciones bélicas. Las balas ni siquiera las verán ni Putin ni Biden. Los paganos serán los de siempre, o sea, soldados y gente de a pie, porque en las guerras todos pierden menos los que las producen. En vidas humanas y en bienes materiales.
Sigamos rezando para que los responsables recapaciten y detengan el desastre.