Parece que el Ayuntamiento, o el Gobierno de Aragón, o ambos se proponen construir un número indeterminado de viviendas en el antiguo acuartelamiento militar. En algún sitio, siento no recordar dónde, he oído que la respuesta municipal a las objeciones planteadas en distintos ámbitos ha sido algo así como ‘a caballo regalado no le mires…’, lo que supongo que significa que hay dinero para eso, pero no para otra cosa. Bueno, pues, aun así, la decisión me parece un lamentable error; error que ya estuvo a punto de cometer, por lo que parece, el anterior ayuntamiento pero que paralizó la crisis económica de 2008. Construir viviendas en las afueras es, supongo, mucho más sencillo y barato que hacerlo en el centro, pero también supone obviar el proceso de degradación del casco urbano y convertirlo, en la práctica, en imparable. Barbastro es, todavía, una ciudad bastante vivible aunque no demasiado atractiva, y que cuenta con algunos servicios de calidad, hospital, centros educativos, UNED, establecimientos comerciales de solera…, pero que para muchos profesionales de la educación, la medicina, la banca, la administración… se está consolidando como ciudad de paso o en la que iniciar trayectorias laborales con la vista puesta en el traslado a Zaragoza, Madrid o cualquier otra ciudad.
En estas condiciones, habría que preguntarse si existe realmente una tendencia marcada hacia la irrelevancia y en ese caso, si esa tendencia podría revertirse bajo ciertas condiciones hasta el extremo de hacer de la ciudad un lugar deseable para iniciar y consolidar un proyecto de vida. Mi confianza en la iniciativa pública es más bien poca. La política ha devenido un sainete que ni siquiera es divertido y la probable buena voluntad de nuestros políticos locales queda oscurecida por la falta de recursos y de planificación y también por la injerencia de las cúpulas de sus partidos.
Queda la iniciativa ciudadana, imprescindible en todo caso, y el foro B21 ha demostrado, en alguna ocasión, que es posible movilizar a la gente cuando el objetivo, es el caso del centro de salud, lo merece.
Barbastro perdió hace ya años su acuartelamiento, el último número de este periódico da cuenta de las consecuencias que esa pérdida tuvo, tanto social como económicamente, para la ciudad. Años antes había desaparecido la estación de ferrocarril, situada al final de una vía sin salida que venía de Selgua y sometida a una competencia imposible con el automóvil y el bajo precio de los combustibles. Ni uno ni otra han dejado rastro y los terrenos de ambos parecen estar abocados al mismo destino residencial. En todo caso la estación, si en algún momento se revisara la sorprendente decisión de dejar a Huesca y Barbastro al margen de la línea Zaragoza Lérida, necesitaría una nueva ubicación.
Reivindicar ahora el tren, ya lo hicimos hace unos años con el éxito que cabía esperar, puede parecer una fantasía sin ninguna posibilidad de materializarse, pero el escenario, a medio e incluso a corto plazo, puede cambiar lo suficiente como para que un desplazamiento hacia el noroeste de la línea actual, e incluso su conexión con un tren que enlazara Zaragoza con Toulouse y las líneas europeas de alta velocidad, no fueran una idea tan descabellada. Un gobierno y una oposición que no estuvieran dedicados a tiempo completo a sus batallitas y a mirarse el ombligo, podrían considerar interesante diversificar las salidas hacia Europa y abrir una travesía por el Pirineo central y por Barbastro. Si yo fuera el alcalde ya estaría buscando terrenos para la estación (si me pisan la idea no pasa nada).
Y en todo caso, Barbastro necesita un plan de ciudad a medio plazo y teniendo en cuenta lo que el futuro puede deparar. Un plan de transición de una economía basada en el carbón a otra donde los combustibles fósiles sean un recuerdo. Ese plan debería ser el objetivo prioritario de este Ayuntamiento para lo que queda de legislatura.