Adell presentó su último libro en el Instituto Estudios Altoaragoneses. El Instituto de Estudios Altoaragoneses (IEA) acogió el acto de presentación del último libro de José Antonio Adell. Este profesor jubilado, atesora una importante bibliografía de temática aragonesa y altoaragonesa. Hace sólo unos meses presentaba su particular homenaje al cura rural, narrando junto a su amigo Celedonio García, la vida de un sacerdote excepcional como es José María Cabrero. Hace unos días, arropado por el presidente de la Diputación Provincial de Huesca, Isaac Claver, dio todos los detalles de su nuevo título ‘Las hechizadas de las montañas’ publicado por Editorial Pirineo.
Claver destacó su faceta como escritor con más de 40 libros sobre leyendas, pueblos, bandoleros o fiestas. “La obra de José Antonio Adell le sitúa como una de las grandes figuras de referencia en el territorio. De hecho, el Ayuntamiento de Binéfar decidió por unanimidad otorgarle su nombre a la biblioteca pública de la localidad donde vive hace varias décadas y el acto tendrá lugar el próximo 19 de abril, cerca del día del Libro y del día de Aragón”.
En el acto de presentación Adell estuvo acompañado asimismo del historiador Ángel Gari y también de la directora científica del IEA, Susana Villacampa.
‘Las hechizadas de las montañas’
Tal y como se adelanta desde Editorial Pirineo, en esta novela se han plasmado los hechos extraordinarios que acaecieron en el valle de Tena, con especial incidencia en el quiñón de La Partacua, entre 1630 y 1642. En sus recónditos pueblos estos sucesos alterarán la vida de sus habitantes. En esos años en Tramacastilla existen en torno a cuarenta casas y en Sandiniés, unas veinte. En la primera población pasan de cuarenta las mujeres consideradas hechizadas y en la segunda, una docena. Todas ellas han tenido algún tipo de relación con Pedro de Arruebo, señor de La Artosa. Estas mujeres, a las que consideran espirituadas, lo acusan de su situación. Otras lo tienen por su amo o señor.
La Inquisición lo considera causante de lo que se denominará “epidemia de posesión”. Las correrías de Arruebo y de sus cómplices, Juan de Larrat, cirujano de Panticosa, y Miguel Guillén, sastre y gaitero de Hoz, acusados de brujos, hechiceros, magos, pacto con el demonio, dar maleficio a muchas personas, sospechosos de la fe y seductores de mujeres para inducirlas al mal provocan la alarma en los pueblos del valle, y la justicia se encuentra con dificultades para poder actuar. Todo se complica aún más con la extraña muerte del inquisidor Bartolomé Guijarro, que había sido enviado a la zona a sanar a las posesas.