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Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
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Adubir

Andrea Espuña Sierra A cuatro manos
22 agosto 2024

Todo el mundo conoce Barbastro. No es una verdad absoluta, pero las historias lo confirman. La más reciente hace unos días en Málaga tomando unas claras. Suena como el comienzo de un chiste: seis barbastrenses y dos locales. El primero, fuera de juego con un chiste de Rihanna que tardamos en entender: Bar-bados y Bar-bastro. Pero el segundo dio en el clavo, hablando de vino, tomates, y un guiso en nuestra ciudad que todavía recuerda.

Esa conversación dio para mucho más. Resultó ser el comienzo de una larga charla sobre todas las personas con las que nos hemos topado que, de alguna forma, conocen Barbastro. Ya sea porque han estado, conocen a alguien que ha pasado por allí, o simplemente han oído hablar de él a través de un amigo de un amigo. Damos mucho de sí para ser relativamente pocos. Piénsalo, ¿nunca te ha pasado? ¿Cuál es el lugar o la historia más curiosa en la que alguien te ha mencionado Barbastro?

Por practicidad, empiezo yo. Budapest, marzo de 2023. Un bar de los que allí llaman “en ruinas” porque literalmente son casas pegadas, cochambrosas, llenas de muebles variopintos, con pintadas y cosas estrafalarias. No había una triste mesa en todo el bar que, por lo menos, juntaba tres o cuatro bloques de pisos de otro siglo.

Tras mucho buscar, mi pareja, Alejandro, vio detrás de unas escaleras, casi a oscuras, una mesa con dos taburetes. Insisto: ya era suerte encontrar ese sitio. Varios brindis con Palinka (la bebida típica húngara), nos ponemos a hablar con la mesa de al lado. Dos matrimonios sevillanos que visitaban a sus hijas que estaban de Erasmus. Cuando les decimos lo protocolario de “somos de Barbastro”, uno se emociona. Trabajó hace más de 20 años en Barbastro, en la Torre del Americano y en la radio.

Después de anécdotas e historias, como si de un bucle se tratara, toca lo de “¡cuánto adubimos!”. En eso que me levanto y en la pared recóndita de aquel enorme bar en ruinas, debajo de aquella escalera apenas sin luz y justo a la altura de mis ojos… “Barbastro”. Escrito a rotulador negro rodeado de cientos y cientos de pintadas. Hice una foto por si era el palinka jugando una mala pasada y salí pitada de allí. Alejandro se reía, yo no tanto.

Y tú, ¿cuál es tu historia?

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