Los alcaldes de los municipios ubicados en el entorno del embalse de El Grado han alzado la voz para mostrar su rechazo a los planes del Ministerio de Transición Ecológica (MITECO) de permitir que se coloquen placas fotovoltaicas flotantes en 14 pantanos aragoneses. Entre ellos, junto a Bubal o Lanuza, se encuentra el que dio nombre a la Mancomunidad Turística del Embalse de El Grado y que, como los anteriores, constituye no solo una infraestructura de desarrollo sino también un elemento paisajístico y un recurso turístico para este territorio.
Por eso, en un comunicado conjunto, se quejan de la falta de información acerca de la norma y, sobre todo, de estar reviviendo ese ninguneo que la administración central, y no pocas veces la autonómica, ejerce sobre las periferias, sobre la ruralidad. “Los habitantes de aquí queremos decidir nuestro futuro y no que nos vengan a imponer desde Madrid ruina, como sucedió décadas atrás”, resumen.
A nadie escapa la profunda crisis energética a la que nos enfrentamos, agudizada pero no causada por la guerra en Ucrania. No es una crisis de precio, que también, sino de las escasas reservas de carbón, petróleo y gas y de la necesidad acuciante de garantizar un suministro energético suficiente con fuentes alternativas a los combustibles fósiles y renovables, además de rebajar el calentamiento del planeta.
Hasta ahí, nada que objetar. El problema llega cuando las soluciones a estos desafíos olvidan que el territorio, por mucha despoblación que sufra, tiene sus moradores, sus planes y su futuro. Y que su voz debe ser tenida en cuenta. La alzaron desde La Fueva y la levanta ahora desde El Grado para decir no a las afecciones, al impacto visual de una tierra que mira al turismo, no a que los beneficios no repercutan en los enclaves hipotecados y no, por enésima vez, a ser ninguneados.